Agua radioactiva, suplementos y la industria de curar
- Ernesto Prieto Gratacós
- hace 2 horas
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En la vertiginosa década del 1920, la sociedad norteamericana y la europea se fascinaron con la radioactividad, al punto de consumir productos cargados de energía ionizante para rejuvenecer y sanar un centenar de dolencias. Los influencers de la época -cuyo contenido se consumía a través de revistas, vallas anunciadoras, periódicos y emisoras radio- comentaban a diario sobre las bondades regenerativas del tabaco, el alcanfor, la sulfamida, la electricidad, el aceite de hígado de bacalao, y la más notoria de las panaceas: el radium, capaz de “encender desde adentro” el organismo humano como un sol interno, portador de la chispa de la vida.

Los rugientes años veinte vieron también surgir la aviación comercial, la televisión, la anestesia, la vacuna antituberculosa (BCG), las películas habladas, la insulina inyectable y el chicle, por lo que no es de extrañar que tanto los médicos como el público en general se fascinaran con la posibilidad de un elixir radioactivo. Un extenso panfleto pseudocientífico de 1929 titulado Radium in Rejuvenescence describe profusamente al agua radioactiva RADITHOR como la mayor fuerza terapéutica conocida por la humanidad. Casi 150 padecimientos -incluyendo leucemia, disfunción eréctil, hipotiroidismo, arrugas, gota, insomnio y encías retraídas- eran tratables bebiendo a diario una botella de agua incolora (apenas un poco amarga) cargada con isótopos de radio altamente ionizantes. Pronto, le verdadero efecto de la radioactividad revelaría su espantoso poder.

A guisa de contexto, la radioterapia ya se había empezado a usar desde principios de siglo con resultados demostrables (si bien cruentos) en el tratamiento de tumores inoperables. Los Rayos X y el formidable ingenio de la científica Marie Curie (premio Nobel 1903 por el descubrimiento del Radium y el Polonium) daban aún más credibilidad al tema. Así, la radioactividad, una fuerza misteriosa y potente conectada con la novísima Física Cuántica, estaba en la imaginación de todos como uno de los secretos de la Naturaleza, capaz de explicar incluso el origen de la existencia. **Lee aquí el artículo de la escritora April White The radioactive ‘miracle water’ that killed its believers (POPULAR SCIENCE, 2025), acerca del tristemente célebre Radithor, un remedio radiactivo comercializado por William Bailey.

También de gran impacto en la cultura popular fue otro desastre surgido del uso inconsciente de sustancias radioactivas: El escándalo de las Chicas Radium, resultante en decenas de muertes en jóvenes trabajadoras que pintaban las agujas de los relojes con pintura resplandeciente en la oscuridad. Pero, ¿Por qué caemos bajo el seductor influjo de fármacos o tratamientos que no son verdaderamente eficaces? De hecho, muchos fármacos o procedimientos previamente aprobados son retirados del mercado años después por su fatal resultado. ¿Cómo es que las instituciones regulatorias e institutos científicos validan drogas que luego resultan ser un desastre?

Por cierto, el nefasto poder de la radiación no ha pasado inadvertido a las agencias de espionaje (ver abajo foto del espía ruso Alexander Litvinenko) y los gobiernos totalitarios, como tampoco a organizaciones mafiosas de todo tipo. Muchos adversarios políticos o comerciales -y definitivamente, varios científicos audaces que ponían en peligro la industria farmacéutica- han sido atacados silenciosamente con sustancias radioactivas o venenos biológicos, disfrazando su muerte en algunos casos como neumonía o algo parecido.

Tal es el caso del activista Rashid Buttar, muerto por un misterioro y rápido envenenamiento tras una polémica entrevista en CNN, y del poeta Pablo Neruda -envenenado con Clostridium botulinum-, como se demostró 50 años después de su muerte. Un muy evidente caso de supresión es el del premio Nobel Kary Mullis, inventor del test PCR (Reacción en Cadena de Polimerasa o PCR) fraudulentamente usado tras su muerte para "detectar" COVID19, cosa que jamás habría él permitido de estar vivo. Kary Mulis no solo era un genio cientifico -y multimillonario- sino que además tenía una vibrante salud y pleno acceso a los poderosos remedios intravenosos de la Medicina Funcional capaces de erradicar en breve cualquier infección respiratoria. ¡No hay modo de que haya muerto de gripe!

El punto de este blog, como puedes suponer, es llamar a la reflexión sobre el nexo entre la ciencia y el comercio, en una época en la que la corrupción de las instituciones regulatorias como la FDA, la Agencia Europea de Medicamentos y muchas otras entidades análogas llega al punto en que el 85% de la financiación de dichas instituciones proviene precisamente de las compañías farmacéuticas que estas deben regular. Es imposible no ver el insuperable CONFLICTO DE INTERES que esto supone. También se ha hecho obvia la “puerta giratoria” que conecta a la FDA con la industria farmacéutica y alimentaria, siendo lo más común que oficiales senior de las agencias regulatorias pasen de inmediato a fungir como directores de empresas privadas del rubro PHARMA, percibiendo compensaciones millonarias.

Tanto la medicina convencional y ortodoxa como las corrientes paralelas de Naturopatía y medicina funcional están atravesadas por un fenómeno parecido. Mucho de lo que se promueve como rejuvenecedor y curativo, tiene apenas un discreto efecto placebo... y muchas drogas estándar son no solo inútiles sino dañinas a largo plazo. No es por casualidad que la tercera causa de muerte en los países industrializados es la iatrogenia (el daño causado por un tratamiento médico).
Nuestro único antídoto contra el engaño es el conocimiento objetivo, al cual solo se arriba por medio de un estudio sostenido, bajo ayuda o dirección experta. Al final, como lo sugirió José Martí, “ser cultos es el único modo de ser libres.”
Ernesto Prieto Gratacós
Laboratorio de Ingeniería Biológica
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