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  • Foto del escritorErnesto Prieto Gratacós

DOS FASES DE LA MAREA METABÓLICA

Actualizado: 10 nov 2022

Los seres vivos requieren constante disponibilidad de energía para subsistir. Interesantemente, esta energía puede venir de afuera –por ingreso de nutrientes- o bien del interior del propio organismo –por reciclaje de sus componentes internos. En efecto, cada vez que un organismo (ya sea bacteria, mosca o elefante) se ve atrapado en circunstancias adversas y no logra ingresar alimentos, sus células se autorregulan, deprimiendo la replicación y el crecimiento para ahorrar sus fuerzas y materiales orgánicos, extrayendo energía biológica de sus propios componentes. Esto significa que, en periodos de hambruna, el organismo sobrevive a expensas de sus mismas reservas estructurales, lo cual, como es lógico, no puede mantenerse indefinidamente. Cuando las condiciones vuelven a ser favorables, el organismo cesa de consumir sus propios componentes celulares (autofagia) y se abre a la incorporación de nuevas sustancias provenientes de la alimentación (exofagia). Es solo en esos periodos de relativa abundancia cuando puede retomarse la proliferación celular con fines de reconstrucción o reproducción.


Como las dos fases de la marea –alta y baja- las dos fases fisiológicas de cada ser vivo permiten que su organismo construya (anabolismo) o destruya (catabolismo) sus tejidos, se expanda o comprima, se preserve o se propague, según lo permitan las circunstancias del medio ambiente, para optimizar la supervivencia y la reproducción. Infinidad de ejemplos pueden encontrarse de inmediato en la Naturaleza, donde la hibernación se sucede a la eclosión reproductiva y viceversa.

Fig.1 Las dos fases cíclicas de la marea -pleamar y bajamar- regidas por la atracción gravitacional de la Luna.


Debe notarse que, si logra sobrevivir a la circunstancia adversa (ya sea sequía, helada, hambruna, insolación, heridas, etc.) al final de cada periodo de atrición las células tienen un tamaño menor, ya que han tenido que degradar sus componentes internos para convertirlos en energía. El valor terapéutico de este fenómeno es enorme, debido a que el reciclaje de los componentes de la célula no es aleatorio o caótico sino una verdadera degradacción selectiva: un proceso ordenado de eliminación de las partes más antiguas, inservibles o deterioradas. Dicho proceso no ocurre bruscamente y todo de una vez, sino que se desarrolla de modo progresivo a medida que se prolonga la hambruna.


En el caso de los seres humanos modernos, salta a la vista que, dada la constante sobreabundancia de alimentos, distorsionada tanto en cantidad como en calidad, los tejidos del organismo nunca llegan a experimentar la necesaria pausa alimentaria. Comer constantemente y en demasía (aun si no son las usuales porquerías) mantiene al organismo en un incesante estado anabólico, comandado por la hormona insulina y la proteína reguladora mTOR, que impide la activación de la autofagia, o “marea baja” del metabolismo.

Fig.2 Esporas bacterianas. [1] Otra estrategia adaptativa, esta vez de los organismos unicelulares, consiste en generar una coraza proteica denominada espora con fines de dispersión y supervivencia a largo plazo (dormancia) bajo condiciones adversas. En muchos seres eucariotas, es parte fundamental de su reproducción, originándose un nuevo organismo al dividirse por mitosis (especialmente en hongos) o meiosis (plantas), sin tener que fusionarse con otra célula, mientras que en algunas bacterias se trata en cambio de una etapa inactiva, resistente a la desecación y con fines de supervivencia no reproductivos.​ El término deriva del griego σπορά (sporá), "semilla".



En la Naturaleza, la supervivencia de cada especie ha dependido de su capacidad de “capear el temporal” por medio de múltiples estrategias adaptativas (Fig.2), como es el caso de esta autofagia regenerativa que resulta de la degradación selectiva de componentes, proceso esencial para el reciclaje celular. Dado que se configuró a lo largo de millones de años lucha por la existencia, este mecanismo ancestral de supervivencia –la autofagia o autofagocitosis- se conservó gracias a inmensas presiones selectivas sobre el genoma, y está por tanto integrada al ADN de todas las criaturas vivientes.


En términos metabólicos, no se puede acumular y descartar al mismo tiempo, tal y como es contraproducente apretar a la misma vez el acelerador y el freno. Como hemos explicado antes en referencia al pleiotropismo antagónico, nuestro genoma está condicionado para devorar y almacenar todos los nutrientes posibles mientras haya alimentos disponibles. No hay nada que hacer al respecto, no hay pr el momento ninguna intervencion de ingeniería genética que nos haga disfrutar menos el alimento ni acumular menos energía en forma de grasa. Por otra parte, las intervenciones farmacológicas que intentan bloquear estos procesos han producido hasta ahora desastrosos efectos colaterales. Queda en nosotros establecer con inteligencia y constancia nuevos hábitos nutricionales y motores que permitan cíclicamente, cambiar la marea. Nada bueno saldrá de seguir de dieta en dieta, de programa en programa (del estilo come-menos-ejercita-más). Corregir integralmente la fisiología de manera efectiva y sustentable requiere una reprogramación inteligente de nuestra conducta. Lo que sí es seguro es que comiendo continuamente pastas, panificados y postres de todas clases no viviremos para contarlo. En palabras de la inmortal Phoebe Buffay: Stop the madness!

Ernesto Prieto Gratacós

Laboratorio de Ingeniería Biológica


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