Cada vez que inhalamos oxígeno y lo transportamos en la sangre hasta lo profundo de los tejidos, estamos avivando centenares de hogueras microscópicas en cada una de nuestras células. Es en esos diminutos hornos -las mitocondrias- donde se convierte el alimento en energía. Desde el elemental inicio de la vida orgánica, hasta la emergencia de los metazoos (organismos multicelulares, de gran complejidad), muchas rutas metabólicas les han servido como herramienta de adaptación y supervivencia, permitiendo a todos los organismos aptos reproducirse, regenerar sus lesiones y superar las más diversas perturbaciones ambientales. Un hecho central permanece cierto: sin la energía que lo sostiene, ningún organismo vivo en el planeta –sea bacteria, planta, animal o tumor- puede existir. Tú y todos los otros seres vivientes consumen energía a cada segundo. La infinidad de organismos que ha poblado nuestro planeta en todas las eras ha obedecido las mismas férreas leyes termodinámicas que hoy nos rigen. En el transcurso de los últimos 3,600 millones de años, la vida orgánica sobre nuestro planeta evolucionó de modo ascendente desde las primeras biomoléculas en el océano primordial hasta las avanzadísimas y complejas formas de vida actuales.
Los últimos 13 años, nuestro foco de investigación se centró íntegramente en torno a la posibilidad concreta de aniquilar el cáncer extinguiendo sus fuentes energéticas. Para comprender este hecho, fue crucial remontarse al origen mismo de la vida orgánica, que nos revela los mecanismos fisiológicos fundamentales de los seres vivos. Si consideramos la eficiente combustión de nutrientes que nos mantiene funcionando, bien puede decirse que aquello que nos sostiene es, en verdad, el fuego de la vida. Pero la degradación de alimentos en presencia de oxígeno no fue el primer sistema de producción de energía que emergió en el curso de la Evolución. Antes, fue la fermentación o glucólisis –modo anaeróbico de generación de poder- empleado aún hoy por formas unicelulares de vida y por nuestros propios tejidos cuando el aceptor final de los electrones (O2) no es suficiente en ellos.
En lo que a la medicina se refiere, quizá el hallazgo más relevante de la Biología Celular es que las neoplasias expresan una regresión evolutiva, un régimen rudimentario de obtención de energía que se diferencia fundamentalmente de la fisiología energética de los tejidos sanos. Es por eso que consideramos que el retorno de las células cancerosas hacia métodos ancestrales de obtención de energía -fermentaciones simples de la glucosa y la glutamina- son un retroceso en el tiempo, una regresión filogenética. Nuestro red de investigación fundamental y clínica, a la par con otros investigadores del mundo, ha reunido solida evidencia de que la ASIMETRÍA FUNCIONAL entre las células neoplásicas y las células sanas constituye una ventana de oportunidad terapéutica para tratar el cáncer de manera efectiva e inocua por medio de intervenciones. Más necesaria que nunca, debido al incremento sostenido de la incidencia de cáncer en todas las naciones, la investigación sobre el metabolismo tumoral es sencillamente la ruta más prometedora para la resolución definitiva de las neoplasias en esta misma generación.
Ya que la producción aeróbica de energía celular es el fundamento de la salud y la longevidad, una sencilla medida preventiva a tomar es proveer diariamente una abundante cantidad de coenzimas respiratorias (mas exactamente, sus precursores vitamínicos del complejo B) y al mismo tiempo eliminar todos los alimentos y/o productos hogareños que contengan pesticidas o agroquímicos de cualquier tipo. La razón de essto, como veremos pronto, está en que ambas clases de sustancias afectan uno o varios puntos de la cadena respiratoria mitocondrial. Una versión "taquigráfica" muy resumida de las medidas de prevención del cáncer incluiría:
Mantener la glucemia matutina por debajo de 8omg/dL
Entrenar a diario con ejercicios físicos suficientemente vigorosos, al menos 30 min.
Suplementarse con un complejo megavitamínico diseñado por expertos en medicina biológica (no en fármacos antisintomáticos).
Nuestra extensa experiencia en oncología clínica nos ha demostrado que las neoplasias son en efecto un trastorno energético de las células. El fuego de la vida lucha por mantenerse encendido a toda costa, ya sea por medio de la fermentación glucolítica, o de la respiración mitocondrial. Preservar esta última es el único modo racional de prevenir el cáncer. Ernesto Prieto Gratacós
Laboratorio de Ingeniería Biológica
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