Para todo ser viviente, el acto de comer permite incorporar sustancias constructivas. En los humanos, la parte inicial de la digestión reduce los alimentos ingeridos a un tamaño molecular suficientemente pequeño como para trasponer el epitelio o recubrimiento intestinal, no sin antes interactuar con la inmensa y compleja colonia microbiana que habita en nuestras tripas. A la larga, la calidad y densidad de los alimentos dictará inexorablemente el curso de la salud. En rigor, este escrito debería llamarse “Eres lo que absorbes”, siendo que la absorción definitiva de dichas sustancias constructivas (unas 40 o 50 moléculas muy específicas) no se realiza sin la contribución de las bacterias intestinales -varios kilogramos de ellas viajan permanentemente con nosotros- con las que hemos co-evolucionado por eones.
Me topé por primera vez con la frase “El hombre es lo que come” en la Cuba de los años ochenta, estudiando por obligación a los filósofos pre-marxistas. En una de sus conocidas críticas antirreligiosas Sobre el espiritualismo y el materialismo, 1863, el antropólogo Ludwig Feuerbach, declara amargamente que "Der Mensch ist, was er ißt". Las implicaciones de esta declaración son inmensas, filosóficamente hablando, pero casi nadie la interpreta en un sentido existencial, sino mas bien como una referencia vaga a mantener la salud por medios nutricionales. Quien verdaderamente puso de moda en Occidente la noción de que "Somos lo que comemos” fue el gastrónomo y sibarita Anthelme Brillat-Savarin, un abogado francés fascinado con la comida. Por su best-seller La Fisiología del Gusto: Meditaciones de Gastronomía Transcendente (1825), la sociedad Europea inició su historia de amor con la comida y la alta cocina. Uno de sus aforismos favoritos era "Dime lo que comes y yo te diré quién eres", apuntando a la influencia de los alimentos en la salud, el estado de ánimo… y el estatus social. Hacia la década de 1930, La expresión "eres lo que comes" surgió en inglés con gran fuerza gracias al nutricionista norteamericano Victor Lindlahr, que creía firmemente en la idea de que los alimentos controlan la salud, y propuso la “dieta catabólica”. Este punto de vista ganó algunos adeptos en la época y el primer ejemplo impreso que se conoce es el de un anuncio de carne de vacuno en una edición de 1923 del Bridgeport Telegraph, para "United Meet Markets": "El noventa por ciento de las enfermedades conocidas por el hombre son causadas por alimentos baratos. Uno es lo que come".
Fig.1 "Dis-moi ce que tu manges, je te dirai ce que tu es". (Dime lo que comes y te diré quién eres). Anthelme Brillat-Savarin. Physiologie du Gout, ou Meditations de Gastronomie Transcendante.
Otro tanto pregonaba Georges Osawa, el amable maestro japonés que fuera el padre de la Macrobiótica. En esta disciplina dietaria y del arte de vivir, los principios del Yin y el Yang, los Cinco Elementos y las propiedades energéticas de las sustancias alimentarias son usadas para influir positivamente en las emociones y las funciones corporales. Ya en nuestra vertiginosa era, varias escuelas de pensamiento se disputan el podio de cual es la mejor dieta para la especie humana, tomando posiciones tan contrapuestas como el veganismo militante y el carnivorismo absoluto.
Ernesto Prieto Gratacós
Laboratorio de Ingeniería Biológica
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