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  • Foto del escritorErnesto Prieto Gratacós

LAS MOLÉCULAS DE LA FELICIDAD

Actualizado: 26 feb 2021

La especie humana sobresale del reino animal por su inteligencia, su capacidad creativa, el hecho de que sobrevive mucho más allá del fin de su edad fértil, y en que -para quienes la procuran y cultivan- es posible alcanzar una elevada consciencia. Si bien nuestras experiencias sensoriales, emocionales e intelectuales se registran a un nivel subjetivo, su fundamento biológico es incuestionable. Este blog describe varias sustancias presentes en nuestro organismo, profundamente implicadas en la conducta de supervivencia de todos los animales superiores y, al mismo tiempo, en la experiencia del placer y la felicidad. Veremos también que ciertas actividades y ciertos nutrientes específicos propician la liberación de dichos neuroquímicos, creando mejores experiencias emocionales.


Diera la impresión de que el organismo de los animales superiores está evolutivamente diseñado para experimentar bienestar cuando lleva a cabo actividades conducentes a la supervivencia y la reproducción, por ejemplo alimentarse, aparearse, descansar, etc. Por supuesto, otro tanto pasa con las actividades y experiencias potencialmente dañinas… en el corto plazo. Dejando por ahora de lado el hecho paradójico de que muchas personas disfrutan de actividades y sustancias que a la larga resultan destructivas (comer azúcares, consumir drogas, apostar en el casino) nos zambulliremos de inmediato en los neurotransmisores y hormonas implicados en la curiosidad, el enamoramiento, la satisfacción y la felicidad.


Hasta donde se conoce, todos los animales buscan el placer y evitan el dolor, y los cerebros de los mamíferos parecen poder generar neurotransmisores que permiten percibir los esfuerzos y búsquedas de la vida como satisfactorios e incluso placenteros, y hasta inducir la sensación de felicidad cuando triunfamos en ellos. Tal es el caso de las endorfinas, la dopamina, la oxitocina y la serotonina, todos los cuales -Oh, sorpresa- mejoran cuando hacemos actividades al aire libre y en compañía de personas interesantes y/o queridas. Dado que la evolución de los primates tuvo siempre un intenso componente físico, no es de extrañar que la liberación de los mensajeros químicos cerebrales (neurotransmisores) y hormonas estén ligados al movimiento y la actividad muscular.


Comencemos por la dopamina, que es el neurotransmisor responsable de la curiosidad, la territorialidad, la anticipación y la recompensa. La dopamina tiene efecto neuromodulatorio -es decir, influye separadamente sobre distintas subpoblaciones de neuronas- y domina los impulsos conductuales de la búsqueda de placer… y del placer de la búsqueda. El comportamiento de búsqueda de recompensas aumenta las secreciones cerebrales de dopamina e, interesantemente, la anticipación de la recompensa es más dopaminérgica que su logro. Dos biohacks de fácil implementación son: 1. suplementarse con el aminoácido L-fenilalanina y las vitaminas B-6 y C, justo al despertar, y 2. planificar sistemáticamente metas y objetivos deseables y lograrlos! Las sustancias descritas son precursoras de la dopamina en cuestión, en tanto que las pequeñas victorias y la percepción de logro liberan dopamina de inmediato. Por esta razón se la denomina el neurotransmisor de la recompensa. El sistema de las vías dopaminérgicas es susceptible de modificación por drogas como la metanfetamina y la cocaína, así como por los juegos de azar con potenciales recompensas monetarias. La cocaína inhibe la degradación de dopamina a nivel de las sinapsis neuronales, dejando este neurotransmisor en la hendidura sináptica por más tiempo, prolongando así la sensación de placer.


Del lado casi opuesto del espectro de los neurotransmisores está la oxitocina, una hormona estrechamente ligada al vínculo afectivo, la confianza y la lealtad. La proximidad y la intimidad generan niveles mucho más altos de oxitocina, esta “hormona de los abrazos”, siendo uno de los elementos inductores del apego amoroso. La imposibilidad de contacto físico entre una pareja, deprime la oxitocina e impulsa el anhelo de volver a vincularse con la persona que es objeto de nuestro afecto. Es posible que la oxitocina tenga efectos ligeramente distintos en hombres y mujeres. Para los mamíferos machos, un primo cercano de la oxitocina denominado vasopresina parece ser en realidad la "molécula del afecto". Sea cual fuere el neurotransmisor predominante, el contacto físico estrecho, las expresiones de afecto, hacer el amor y el compartir en intimidad son componentes esenciales de la felicidad humana. Nada va a reemplazar las relaciones afectivas cara a cara, el sentimiento de comunidad y pertenencia que derivamos de las conexiones personales. La enorme importancia de los animales domésticos para la salud psíquica de los humanos modernos -especialmente en las grandes urbes- deriva en parte de la liberación de oxitocina que dicho vínculo genera. El enorme éxito de la metil-dioxi-metanfetamina (éxtasis) y otros enteógenos, parece deberse a la masiva liberación de oxitocina generada en los usuarios, y al profundo sentimiento de conexión mutua que estos experimentan.


En cuanto a la serotonina, un importantísimo neuromodulador, el espectro de funciones regulatorias de esta molécula, hace imposible etiquetarla, salvo quizá llamándola “la molécula del equilibrio”. La serotonina cumple muchos roles diferentes en el Sistema Nervioso Central. En mi apreciación, niveles altos de serotonina en combinación con la capacidad de tolerancia al rechazo, refuerzan la autoestima de las personas. A medida que estas atraviesan airosamente situaciones difíciles, y son capaces de perseverar en la adversidad, aumenta su percepción de dignidad y propósito, cimentando la autoconfianza y el sentido de pertenencia. Emprender tareas y desafiarse a uno mismo con regularidad, refuerzan un sentido de propósito, significado y logro. Ir acumulando evidencia de que “sí pude lograrlo” refuerza un ciclo de retroalimentación que impulsa o sostiene el comportamiento constructivo que desarrolla la autoestima, refuerza la toma de decisiones, la capacidad de liderazgo e induce una espiral ascendente de más y más serotonina. ¡Yay! Como podrá comprenderse, el estado opuesto a este sería la depresión, la falta de propósito y la ausencia de confianza en uno mismo. Por desgracia, el consumo de inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS) como fluoxetina, paroxetina, sertralina, etc. con fines antidepresivos, ha crecido de manera dramática década tras década, sin que ello aporte verdadera solución al problema, que es fundamentalmente existencial.


En un inicio, estos fármacos fueron denominados “ISRS” debido a que se consideraba que al poder retener la serotonina en la hendidura sináptica durante más tiempo. Se suponía que ello haría universalmente más felices a los usuarios. Tras cientos de miles de prescripciones y una extensa experiencia clínica con antidepresivos, resulta obvio que los mecanismos de autoestima y la resolutiva confianza de los líderes y de la gente segura de sí misma es vastamente más compleja. Si la serotonina fuera el único neuroquímico responsable de la depresión, los ISRS funcionarían siempre y en todos los casos. No es así. Algunas personas seriamente deprimidas no experimentan respuesta alguna con los inhibidores de recaptación de serotonina pudiendo en cambio ser sensibles a los fármacos que modulan otros neurotransmisores como GABA, dopamina o norepinefrina. Nuestra comprensión de estos mecanismos es todavía incipiente, y muchos de nosotros desconfiamos del abordaje netamente farmacológico a los trastornos del estado de ánimo. En cuanto a la serotonina, es llamativo que los inhibidores de su recaptación suelen tardar 15 o 20 días en hacer efecto, lo que sugiere que en su acción deben estar implicada la fabricación de receptores de membrana y quizá incluso la “germinación” de nuevas células nerviosas (neurogénesis).


En la vertiente sosegada de los neurotransmisores, se encuentra el ácido gamma-aminobutírico (GABA) cuyo rol es mucho más sencillo y directo: bajar la intensidad de la señalización nerviosa. Es esta molécula inhibitoria la que produce una sensación de calma y bienestar tras varias formas de meditación, relajación, Tai Chi Chuan, Hata Yoga, etc. Como no podía faltar, se han creado varios fármacos ansiolíticos cuyo mecanismo de acción implica precisamente al GABA. Los muchos, muchos, muchos efectos colaterales negativos de estas drogas psiquiátricas (colectivamente denominadas benzodiazepinas) no han sido un obstáculo para su generosa prescripción a la población.


Otro tipo de neuroquímicos fácilmente evocables son las endorfinas, estructural y funcionalmente semejantes a los opioides extraídos de la amapola. Las endorfinas, o "morfinas endógenas", evolucionaron en los organismos complejos como un recurso de control del dolor bajo situaciones de intenso estrés y trauma físico. Se producen y segregan en la hipófisis (glándula pituitaria) y en la porción del cerebro llamada hipotálamo en respuesta al trabajo físico intenso, el sexo y el orgasmo. Espero que el lector no tome a mal mi más enfática recomendación a este respecto.



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