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Foto del escritorErnesto Prieto Gratacós

OBESIDAD PERSISTENTE y RESISTENCIA a la LEPTINA

Algunas personas parecen no poder perder grasa, hagan lo que hagan. En particular, grasa visceral. La razón para ello es fundamentalmente una pérdida de sensibilidad, o sea una resistencia, a 3 hormonas: leptina, insulina y testosterona. En este blog veremos la primera de estas.  

Tu apetito, tu reserva de grasa corporal y tu gasto energético, están regulados por un grupo de hormonas cuyo rol es frenar una brusca pérdida o ganancia de peso. En este sistema regulatorio, la hormona leptina es producida por las células adiposas y viaja al cerebro, informándole que ya se han incorporado suficientes nutrientes, lo cual genera sensación de saciedad. En los seres humanos, la deficiencia genética de la hormona leptina es responsable de un fenotipo extremo de obesidad, ya que el individuo con anulación de este gen nunca llega realmente a sentirse saciado. Reponer la leptina en individuos con obesidad mórbida por carencia de esta (15% de los obesos) produce una espectacular pérdida de peso. El problema es que, aun en personas sin deficiencias hereditarias de dicha hormona, la constante sobrealimentación con ultraprocesados, y en especial el abuso de los carbohidratos refinados, crea una resistencia a la leptina. Esto es, los receptores cerebrales para la hormona leptina se deforman estructuralmente por el sobreuso, embotándose.

La pérdida de sensibilidad a la leptina ocurre de manera análoga al agotamiento de los receptores insulínicos en la diabetes tipo 2, dejando al cerebro “sordo” a las señales de saciedad. Como resultado, aunque el estómago rebose de alimentos recién ingeridos, los adipocitos estén rellenos de grasa y los triglicéridos sanguíneos estén altísimos, el cerebro interpreta que el organismo sigue pasando hambre… por lo que el apetito nunca se apaga.

Durante décadas se adjudicó la incapacidad para perder peso de muchas personas a una falta de voluntad. La obesidad llevaba así el estigma de un defecto del carácter: “la persona obesa no pierde peso porque sucumbe al deseo hedonista de comer y carece de disciplina”.  Si bien ciertamente muchas personas son desordenadas en sus hábitos -además de glotonas y holgazanas- gran parte del problema de la obesidad se funda en una condición genética adversa sumada a una exposición ambiental (la clase incorrecta de alimentos, y una inagotable provisión).

 

Nombrada por la raíz griega leptós (λεπτός), “delgado”, los niveles de esta hormona de la saciedad -así como la sensibilidad de sus receptores cerebrales- pueden ser restituidos por el AYUNO PROFUNDO. El ejercicio, en cambio, parece no tener influencia directa sobre secreción de la hormona. Llamada también "hormona del gasto energético", la leptina, es producida en específico por las células del tejido adiposo (adipocitos). Por lo que sabemos, su acción central ocurre en el hipotálamo, una importante región reguladora del sistema nervioso central. Así, la leptina actúa directamente sobre receptores específicos en la membrana citoplasmática de una gran variedad de tipos celulares diferentes. Como era de esperar dado su complejo rol, la leptina interactúa con otras secreciones endocrinas, mediando indirectamente los efectos de hormonas como insulina, cortisol, glucagón, IGF1 y GH (hormona de crecimiento).


La función principal de esta hormona es la regulación de la masa de tejido adiposo a través de su efecto central sobre el hambre, el uso de energía almacenada, la disposición al movimiento o el trabajo motor en general y, en definitiva, sobre el equilibrio energético. Todo lo anterior, como veremos enseguida, puede ser controlado por medio del ayuno absoluto prolongado (AYUNO PROFUNDO).


Leptina: el nexo entre obesidad, inmunidad y cáncer

Igual que con la inflamación crónica, altos niveles continuos de leptina se asocian con la obesidad, la sobrealimentación y las enfermedades con compromiso inflamatorio (hipertensión, el síndrome metabólico y las enfermedades cardiovasculares.

Aunque la secreción de la leptina está estrechamente correlacionada con la grasa corporal, así como con el tamaño de las células adiposas y con la hiperfagia (comer en exceso), no se ve afectada inmediatamente por el ejercicio físico. En comparación, el potente factor humoral interleucina 6 (IL-6) sí se libera en respuesta a las contracciones musculares fuertes. Creemos, por tanto, que la leptina responde específicamente a la inflamación derivada del tejido adiposo. Denotando el peligro de su elevación crónica, la leptina es un factor proangiogénico (que hace crecer nuevos vasos sanguíneos) y promitótico (que promueve la proliferación celular), cuyas acciones se refuerzan a través de la comunicación cruzada o crosstalk (diafonía) con otras citocinas como la IL-1. Esta es una de las muchas vías por las que la obesidad promueve la carcinogénesis. Niveles crónicamente elevados de leptina promueven la neumonía oportunista en las personas que contraen gripe viral. Se sabe que la leptina esta paradójicamente elevada en la obesidad mórbida. Si tienes obesidad persistente y has probado cuanta dieta existe, recuerda que:


-El nivel de leptina disminuye tras un ayuno corto (24-72 horas), aun sin cambios en la masa grasa.

-El nivel de leptina disminuye con el aumento de los niveles de testosterona.

-La dexametasona (que diabetiza al usuario) aumenta la liberación de leptina.

-El nivel de leptina aumenta con el estrés emocional.

-El nivel de leptina se reduce crónicamente con el entrenamiento de fuerza.

-El nivel de leptina aumenta con la insulina.

-En pacientes obesos con apnea obstructiva del sueño, el nivel de leptina aumenta, pero disminuye tras la administración de presión positiva continua en las vías respiratorias.


Ernesto Prieto Gratacós

Laboratorio de Ingeniería Biológica


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1 commentaire


Aaron Romero
Aaron Romero
20 mai

Brillante información Ernesto!

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