REGENERACIÓN MITOCONDRIAL
La biogénesis mitocondrial es un fascinante fenómeno de incremento en la cantidad total de orgánulos respiratorios de nuestras células -denominado en su conjunto masa mitocondrial- en respuesta a ciertos estímulos muy específicos.(1-3) El ejercicio intenso, el ayuno y ciertos compuestos especiales pueden activar este proceso regenerativo. Lamentablemente, la capacidad de regeneración de las mitocondrias declina en función de la edad, exhibiendo una relación inversamente proporcional con todas las enfermedades degenerativas. Lo que esto significa es que mientras menor densidad mitocondrial posea un organismo, más padecimientos neurológicos metabólicos tendrá. Lo cual implica que todos los temidos azotes de la madurez como Alzheimer, Parkinson y demencia vascular, así como diabetes, hipertensión, inflamación crónica y cardiopatías aumentarán (4-6).
¡Tal es la importancia de la respiración celular llevada a cabo por nuestras mitocondrias!
Los mecanismos más probables de deterioro mitocondrial son la oxidación, la inflamación y la glicosilación (7,8). Este último aspecto es menos conocido, y se refiere a la “caramelización” de las proteínas resultante de la exposición crónica a altos niveles de glucosa en la sangre y el líquido intersticial que baña a los tejidos. La aparición de mutaciones parece ser también un contribuyente a la replicación de mitocondrias disfuncionales. Como no podía faltar, también la erosión de los telómeros ha sido correlacionada con un decremento de la potencia respiratoria de las células -dependiente de las mitocondrias- con independencia de otros factores que pueden estar muy bien en una persona de edad, como la capacidad cardiovascular. Para aprender sobre los telómeros, la porción terminal de la molécula de ADN que forma nuestros cromosomas y determina la longevidad máxima, dale una mirada a nuestro artículo Más allá del Límite de Hayflick: ¿Podrán los Humanos Superar los 130 años?
Por otra parte, la única verdadera protección contra el cáncer consiste en proteger la respiración celular, es decir, proteger y regenerar las mitocondrias. Para ello, es necesario:
a) Evitar la entrada de venenos respiratorios -o sea, disruptores de la Cadena Transportadora de Electrones con la que se reconstituye el ATP en las crestas mitocondriales internas. Estos inhibidores respiratorios constituyen oligotoxinas, es decir, están presentes en minúsculas cantidades en multitud de productos industriales como alimentos, cosméticos, productos de limpieza, etc.
b) Garantizar el desmantelamiento y reposición de las mitocondrias dañadas (a través de la autofagia y la subsecuente mitogénesis).
c) Asegurar la permeabilidad al oxígeno de todas las membranas celulares (esto involucra mejorar radicalmente la calidad de las grasas ingeridas y asegurar que no haya peroxidación lipídica).
d) Asegurar la provisión de micronutrientes involucrados en la respiración celular y la mitigación de sus efectos colaterales: las Especies Reactivas del Oxígeno. (Ver lista de suplementos al final de este blog)
El ejercicio como medicina.
Una de las más increíbles adaptaciones fisiológicas al ejercicio es el incremento de la densidad mitocondrial (el retículo o network mitocondrial puede de hecho duplicarse en tamaño). Puede también duplicarse la cantidad de transportadores de lactato, el subproducto de la fermentación de la glucosa bajo esfuerzos físicos intensos y sostenidos. Este fenómeno fue descrito inicialmente en 1967 por el fisiólogo John Holloszy (1933-2018), cuyo laboratorio demostró que el entrenamiento intenso y sistemático resulta en un incremento de hasta 2X el contenido mitocondrial de las células musculares (9).
Los micronutrientes más importantes en la preservación de la potencia respiratoria celular no son otra cosa que vitaminas, las cuales deben ser suplementadas en cantidades meta-nutricionales, es decir, muy por encima de la DDR o dosis diaria recomendada, cuyo único propósito es evitar la muerte por carencia total. Esta lista incluye (pero no se limita a) los siguientes nutracéuticos: riboflavina (B-2), niacina (B-3), ascorbato (C), CoQ-10, tocoferoles y tocotrienoles (en realidad toda una familia agrupada bajo la denominación de “vitamina E”), pantotenato (B-5), biotina, cobalamina (B-12), folato (B-9), todos las cuales implicados de un modo u otro en la fosforilación oxidativa y/o la cadena transportadora de electrones.
Ernesto Prieto Gratacós.
📷 Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución -NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.