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SAUNA PARA EL CORAZÓN

Actualizado: 5 nov 2021

El uso de la sauna, del hammam o del banya, es una actividad que ha sido tradición en el Norte de Europa, Arabia y Rusia durante siglos, utilizándose en lo fundamental con fines higiénicos y recreativos. Sin embargo, la sauna o baño finlandés viene atrayendo cada vez mayor interés en otras culturas. Cada vez hay más pruebas de que genera beneficios objetivos para el organismo, reduciendo la incidencia y severidad de enfermedades vasculares (hipertensión, infartos cardíacos o cerebrales), infecciones respiratorias, migrañas, enfermedades neurocognitivas, artritis, así como el raro parámetro epidemiológico de mortalidad por toda causa, lo que incluye al cáncer. Los efectos beneficiosos de la sauna -claramente horméticos- parecen depender de su efecto sobre las funciones circulatorias, cardiacas e inmunitarias. Se ha postulado que los baños regulares en la sauna pueden mejorar la función cardiovascular incrementando la dilatación dependiente del endotelio, la reducción de la rigidez arterial, la modulación del sistema nervioso autónomo, y la reducción de la presión arterial.


A estas alturas, ya se han publicados tantos estudios específicos al respecto, que se han podido hacer incluso metaanálisis (estudios de estudios), sobre las evidencias epidemiológicas, experimentales y clínicas vinculadas a la sauna u otros tratamientos con hipertermia de cuerpo completo. Sobre la base de ensayos controlados aleatorios, estudios observacionales y estudios descriptivos publicados, es claro que su efecto en enfermedades vasculares y otras condiciones mórbidas es fuerte, predecible y creciente, es decir, dosis-dependiente. En su conjunto, la literatura científica ofrece ya una visión general de los mecanismos biológicos responsables del beneficioso efecto de los baños de sauna, tanto como sus implicaciones para la práctica clínica. Más allá de su uso recreativo, creciente evidencia sugiere que el baño sauna ofrece una multitud de beneficios para la salud, pudiendo ayudar con las enfermedades cardiovasculares, la Falla Cardíaca Súbita, la insuficiencia cardíaca, así como hipertensión, demencia, depresión, enfermedades pulmonares, cáncer, los péptidos natriuréticos, las hormonas, la función endotelial, la inflamación sistémica, el estrés oxidativo, la rigidez arterial, la adaptabilidad arterial a los cambios bruscos de presión (compliance) y el grosor de la pared arterial interna (íntima).


El baño sauna es una forma de terapia térmica pasiva que se caracteriza por la exposición a una temperatura ambiental elevada durante periodos breves. La típica sauna finlandesa se caracteriza por un aire seco y una temperatura relativamente alta. La temperatura y la humedad pueden aumentarse temporalmente arrojando agua sobre las rocas calientes ubicadas sobre el calentador de la sauna, con rangos de temperatura de 80°C a 100°C en el interior de la habitación. La temperatura supera casi siempre los 80°C a la altura de la cabeza del bañista, pero es más baja a la altura del suelo, lo que garantiza una ventilación eficaz y asegura que las condiciones sean cómodas para los usuarios. La humedad relativa de la sauna suele variar entre el 10% y el 20%. Las sesiones típicas consisten en estancias cortas en la sala de sauna, que se intercalan con periodos de enfriamiento (baño, ducha o un periodo de enfriamiento a temperatura ambiente). La duración de la estancia en la sala depende de la comodidad y la temperatura del bañista, pero suele oscilar entre los 5 y los 20 minutos, aunque pueden utilizarse sesiones de baño más largas dependiendo de la persona[1].


Durante una sesión de sauna, la frecuencia cardíaca puede aumentar desde el nivel basal hasta 120 o 150 latidos/min, sin embargo, no se experimenta fatiga. No hay una función activa de los músculos esqueléticos durante el baño en la sauna -más bien lo contrario-, lo que contrasta con la respuesta de entrenamiento experimentada durante la actividad física. Como parte de la respuesta fisiológica de adaptación al calor, una parte del volumen sanguíneo se desvía de los órganos internos a las partes periféricas del cuerpo con la disminución del retorno venoso, que no se ve facilitado por el trabajo activo de los músculos esqueléticos[2].


Diversos estudios experimentales y epidemiológicos indican que los baños sauna tienen un efecto positivo en la modulación de la presión arterial (PA). Sin embargo, la mayoría de estos informes se realizaron en pacientes con enfermedades vasculares preexistentes o evaluaron sólo los efectos a corto plazo. Dos estudios experimentales recientes en 100 hombres y mujeres de entre 32-75 años, con al menos un factor de riesgo cardiovascular, informaron reducciones tanto de la presión sistólica como de la diastólica tras sesiones de baño de 30 minutos. Además de las reducciones de la PA, la hipertermia produjo mejoras en las medidas de rigidez arterial, como la velocidad de la onda del pulso. La velocidad media de la onda de pulso carótido-femoral era de 9,8 ±2,4 m/s antes de la sauna y disminuyó a 8,6±1,6 m/s inmediatamente después de la sauna (P<.0001). La PA sistólica media disminuye modestamente (5%) pero de inmediato tras la exposición a la sauna, bajando de 137±16 a 130±14 mmHg y la PA diastólica de 82±10 a 75±9 mmHg. La PA sistólica después de la recuperación de 30 minutos siguió siendo inferior a los niveles previos a la sauna. Otro estudio comprobó los efectos de la sauna como intervención única frente a la combinación de ejercicio y sauna en la monitorización de la PA y las variables hemodinámicas centrales en 16 pacientes moderadamente hipertensos (8 con PA sistólica entre 120-139 mmHg, 8 con PA sistólica entre 140-159 mmHg). Resulta que incluso una sola sesión de sauna produjo efectos positivos en la PA, por lo que se estima que tanto el ejercicio como la sauna son estrategias no farmacológicas importantes para reducir la hipertensión en personas sin medicar.


En uno de los pocos estudios prospectivos de envergadura realizados hasta la fecha (que involucró el seguimiento de 1.621 hombres de entre 42-60 años durante casi un cuarto de siglo), se descubrió que quienes tomaban baños de sauna frecuentes (4-7 sesiones semanales) tenían un riesgo 47% menor de desarrollar hipertensión. En este estudio, los participantes tenían la PA en reposo dentro de los límites normales y no utilizaban medicación antihipertensiva en el examen inicial. Estos resultados se ajustaron en función de factores de riesgo establecidos y de otros posibles factores de confusión que podrían haber influido en el riesgo de hipertensión, como el consumo de alcohol, el nivel socioeconómico y el nivel de condición física cardiorrespiratoria. Hay que considerar que los efectos protectores de la “hipertermia de cuerpo completo” provistos por la sauna finlandesa también podrían estar reflejando buenos hábitos de toda la vida, comparables, al menos en parte, con los efectos salutíferos de la actividad física regular.