SEXO Y LONGEVIDAD
Todo alrededor nuestro desborda sexualidad. Las plantas, los insectos, las aves, los peces, todo! El impulso sexual, el imperativo biológico que domina la pulsión de vida en el Reino Animal, tiene por objeto la transmisión de genes. Desde el punto de vista evolutivo, el sexo es más importante que la vida misma. El deleite de los amantes, dicen las escrituras tántricas, acerca a los practicantes a la experiencia divina misma. Dos buenas noticias trae este blog. La primera, que la vida humana (la tuya) puede ser conservada hasta los 120 años; y la segunda, que la calidad de esta vida (lucidez mental, destreza física, vigor sexual) puede ser conservada por medio de la BioRegeneración hasta edades asombrosamente avanzadas. En este contexto, uno de los más importantes aspectos técnicos y filosóficos de la longevidad y el rejuvenecimiento es el sexo. Por extraño que parezca, los profundos conocimientos que tiene la cultura del Oriente a este respecto han sido completamente ignorados por los científicos occidentales. En la cultura occidental, la energía sexual se derrocha despreocupadamente como si fuera un recurso renovable, cuando en realidad es un recurso finito.
Nuestro cuerpo posee unas 100.000.000.000.000 de células somáticas (del griego soma: cuerpo), las cuales inevitablemente envejecen y mueren. Sin embargo, un pequeño número de nuestras células tiene un destino diferente. Denominados "gametos", los óvulos y los espermatozoides, difieren radicalmente de las células somáticas, en que continenen solo 23 cromosomas, la mitad que las células comunes. En los organismos que se reproducen sexualmente existe una especie de continuidad celular, que se ha dado en llamar línea germinal, que nos conecta con nuestras generaciones ancestrales. Cuando se unen las células germinales del macho y la hembra se produce un nuevo comienzo. En lo que a la edad respecta, toda vez que se crea un nuevo ser, las dos células germinales que lo conforman parecen comenzar de cero. ¿Acaso no envejecen estas células? Aparentemente, no. Las células germinales que tú posees en tus gónadas provienen de las de tus progenitores, que a su vez las heredaron de tus abuelos, y estos de tus bisabuelos, y así… hasta el primer ser humano.

Fig.1 Lingam. El sexo es a la vez el yugo que nos domina y la puerta de escape hacia la Realización. Ya sabemos, gracias a los biólogos evolutivos, de la enorme importancia de la reproducción sexual. Pero, ¿qué relación hay entre el sexo y la prolongación de la vida?
Esto significa que los alegres espermatozoides o los prolíficos óvulos que tú posees, tienen de hecho la asombrosa edad de 120.000 años, si consideramos esta la fecha de aparición del hombre moderno. Para que esto ocurra es imprescindible que la célula germinal esté provista de mecanismos que impidan su envejecimiento. Las células encargadas de transmitir la herencia y crear nuevos individuos de la especie, son, si se lo piensa, inmortales. Quizá sea esta la explicación de por qué resulta beneficioso ahorrar energía sexual -tal vez porque el secreto de la inmortalidad de las células germinales sea alguna clase de energía sutil que beneficia al resto del cuerpo si se la reabsorbe. Según la doctrina tántrica el sexo cumple tres grandes funciones:
1.Reproducción de la especie.
2.Conservación de los caracteres sexuales secundarios.
3.Desarrollo del potencial espiritual.

Fig.2 Esta es la única célula humana que se puede ver con el ojo desnudo. El maravilloso ovocito -como cada fase lunar- viaja lentamente al encuentro de los esforzados espermatozoides que, por decenas de millones, se precipitan a cumplir el imperativo biológico de inseminar a toda costa. Los machos y hembras de cada especie han desarrollado ingeniosas estrategias reproductivas para asegurar la transmisión de su dotación genética.
Uno de los recursos esenciales en todas las escuelas dedicadas al trabajo interior y el desarrollo del Ser, es el ahorro de energía sexual y su recanalización para posibilitar el crecimiento espiritual. Este uso no genital de la energía generatriz es el origen de la práctica del celibato que se impone a los monjes de todas las religiones. Lamentablemente, en la mayoría de las mismas se ha perdido el conocimiento original de a quién le es necesario permanecer célibe, por qué, y durante cuánto tiempo. Tampoco se sabe nada allí de cómo hacer para que estas preciosas substancias ahorradas sirvan a un propósito trascendente. La ignorancia de este esencial conocimiento conduce a la represión sexual, la depravación y la mala salud, así como a muchas ideas absurdas sobre lo impuro del sexo, lo pecaminoso de la sensualidad y otras criminales idioteces.
Por causas todavía poco conocidas, las substancias que gobiernan el impulso sexual y la capacidad reproductiva declinan con la edad. En las mujeres, un marcado decremento en la secreción de estrógenos afecta el organismo entero: el tejido de las paredes vaginales adelgaza y su mucosa se seca; disminuyen la masa muscular, la densidad ósea, la elasticidad y frescura de la piel; así como la turgencia de las mamas, los glúteos, etc. Todo esto afecta como es lógico desde la motivación hasta la lubricación, e incluso produce dispareunia (dolor durante el coito), precipitando casi siempre una pérdida de interés sexual. Para los hombres, la declinación hormonal no es tan aguda, pero los efectos de la edad se hacen igualmente presentes: las erecciones tienden a perder su rigidez y anchura, el cuerpo ya no es fuerte y flexible como solía ser, y cuesta en general mucho más reponerse de una sesión de sexo en la que hubo eyaculación.
Hay múltiples técnicas para recuperar el vigor sexual tanto en los hombres como en las mujeres. Estas incluyen desde el uso de nutrientes como la colina, la L-Arginina, plantas como el ginseng o la Angelica sinensis, hasta fármacos como la bromocriptina y el tadalafilo. También existen ejercicios yóguicos especiales que incrementan la producción de hormonas testiculares u ováricas y fortalecen los genitales. Ahora bien, lo que es bueno para la naturaleza en general, no necesariamente es bueno para un individuo en particular, como ya se ha explicado. Las substancias y energías que nos hacen sexualmente impetuosos son muy costosas para la economía corporal. Podemos ento