Mientras más bacterias tengas, mejor. La microfauna que habita nuestro intestino y mucosas debe ser variada y abundante, con un espectro amplio de poblaciones bacterianas, parecido al perfil étnico de una ciudad cosmopolita como, por ejemplo, Miami. Este carnaval bacteriano está entrelazado con nuestra vida en la más estrecha e íntima relación posible, cuyo nombre científico es simbiosis. Por cierto, el amor entre humanos... enriquece la microbiota!
Fig.1 Haz el amor (probióticos), no la guerra (antibióticos).
A pesar de nuestra amplia representación demográfica en la Tierra -que a la fecha supera ocho mil millones- cada uno de nosotros es único en muchos sentidos. Los individuos de la especie humana presentamos amplias variaciones en la concentración de moléculas circulantes. Cada uno de nosotros es portador de una distintiva configuración bioquímica. Esta expresión de la individualidad biológica se debe en parte a las variaciones concurrentes en la comunidad microbiana con la que cada uno de nosotros vive en continua simbiosis. Cada vez sabemos más acerca de cómo los microbios interactúan con su hospedero y cómo reaccionan a diferentes dietas, fármacos o toxinas ambientales. Dado que nuestra microbiota es fuente de numerosas moléculas que ingresan al torrente sanguíneo, es decir, es un contribuyente importante de nuestra individualidad bioquímica, las intervenciones favorables a la estabilización y robustez de la microbiota[1] son un componente esencial de la medicina personalizada de precisión. De gran ayuda en este sentido son los principios teóricos y diseños experimentales de la nutrición ortomolecular y la farmacología.
Fig.2 Vellocidades del intestio delgado, que son el hogar de los microbios del intestino.
Crédito: Thomas Deerinck, NCMIR/SPL
Más allá de la utilidad de los rangos de distribución normal y otras generalizaciones que nos permite hacer el abordaje estadístico epidemiológico y de laboratorio, la variación en la composición química y actividad enzimática entre los seres humanos es tan amplia que nos fuerza a considerar al individuo como una entidad singular, única. En términos estadísticos “todo ser humano es un bicho raro en algún aspecto". Esta observación tiene implicaciones profundas y aún poco apreciadas tanto para la medicina como para la nutrición clínica, ya que enfatiza que las intervenciones nutrifarmacológicas deben considerar al individuo en cuestión para garantizar una eficacia óptima y minimizar los efectos secundarios. En el contexto del uso de drogas xenobióticas, se sabe ahora que la farmacocinética de un compuesto es bien personal, idiosincrática, y está fuertemente influenciada tanto por peculiaridades genéticas del individuo como por su estatus nutricional y su microbiota.
Fig.3 Muestra de heces humanas (sí, popó) fotografiadas con microscopio de alto poder y retocada digitalmente para resaltar las distintas especies bacterianas.
Considerando que vivimos en intensa simbiosis con nuestra microbiota, es esencial para los operadores de salud (médicos, nutricionistas, osteópatas, health coaches, etc.) factorizar los determinanates microbianos de la individualidad. Cuando menos, los médicos deben cuidar de no dañar con sus tratamientos a la vibrante comunidad bacteriana de la que depende, en gran medida nuestra supervivencia. Dos contribuyentes críticos a nuestro medio interno son la genética del hospedero y el ingreso nutricional, pero en tercer orden están también las interacciones entre nuestros microbios y los alimentos. Provenientes de la intensa actividad microbiana en el intestino, las sustancias que absorbemos a la sangre contribuyen al mapa metabólico del organismo; y nuestra vasta comunidad de microbios se reconfigura dinámicamente en respuesta cambios ambientales, nutrientes y fármacos.
El grado de eficiencia conque nuestras bacterias amigas degradan los fármacos y toxinas que ingerimos (voluntaria o involuntariamente), es decir nuestro metabolismo xenobiótico microbiano es muy específico de cada persona. Cada uno de nosotros es único a este respecto, y una consecuencia importante de estas variaciones, es precisamente como asimilamos -para bien o para mal- los fármacos, compuestos bioactivos de la dieta y tóxicos ambientales. La más sencilla recomendación que podemos hacer aquí es la siguiente:
a- Trata por todos los medios de no tomar antibióticos, a menos que sea absolutamente necesario (encuentra un profesional de la salud que sea consciente de este problema y tenga soluciones alternativas a las infecciones bacterianas que no sean de gravedad). Recuerda que las infecciones virales NO REQUIEREN antibióticos, que son enteramente inútiles contra los virus, pero si afectan al hospedero (tú).
b- Consume a diario alimentos que nutran a tus bacterias amigas (esto depende de tu dieta habitual, pero sí puede conseguirse eficazmente, ya sea que comas animales o plantas).
[1] Como mínimo, los médicos deben considerar que administrar antibióticos indiscriminadamente para episodios infecciosos que bien podrían resolverse de manera natural (como el Helicobacter pylori) hace un severo daño a la microbiota, creando una disbacteriosis generalizada.
Ernesto Prieto Gratacós
Laboratorio de Ingeniería Biológica
Hola Ernesto,
Como combatirías bacterias como el Helicobacter pilorus cuyo tratamiento es siempre dosis altas de antibioticos durante dos semanas?
Gratisimas..!!!!
Gracias😀
Hola, me ha parecido súmamente útil su artículo, muchas gracias por tocar este tema tan importante y desconocido por la mayoría de personas. Tengo una pregunta al respecto: Tengo un familiar muy cercano que debido su trabajo, se ve obligado a comer comida rápida en la calle; esto le ha traído como consecuencia una infección bacterial en el estómago (ecoli) y se le ha manifestado en la piel con picazón y pústulas en algunas regiones de la piel. Al acudir al médico le ha recetado tratamiento con antibióticos (500mg) cada 12 hrs, durante 10 días, además de un depurante. Esto lo hace sentir debilitado. Le recomendé que tomara un protector gástrico y/o yogurt con probióticos. Ya se está sintiendo mejor.