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  • Foto del escritorErnesto Prieto Gratacós

DISRUPTORES ENDOCRINOS

Actualizado: 29 dic 2020

La creciente contaminación con bisfenol-A y ftalatos es sin dudas un factor predominante –aunque no el único- para la declinación androgénica global que viene sufriendo la especie humana. Desde el punto de vista de la epidemiología reproductiva, la más alarmante consecuencia del progresivo deterioro de la esperma es que pasado cierto punto crítico, unos pocos millones (o centenares de miles) de espermatozoides defectuosos e inmóviles simplemente serán insuficientes para la reproducción... al menos para la reproducción natural. Como vimos en blog anterior, la cantidad y calidad de la esperma masculina viene decreciendo sin cesar desde la década de 1930, al igual que los niveles de testosterona de la población, cuya deficiencia empieza de hecho en el embarazo. Efectivamente, la declinación androgénica está comenzando in utero, es decir dentro de la matriz, durante la formación misma del organismo, deteriorándose progresivamente aún más a lo largo de la niñez y la adultez por exposición epigenética (hiperglucemia, polución ambiental, alcoholismo, tabaquismo, sedentarismo). En el caso de la testosterona, debe entenderse que no hablamos de una declinación fisiológica como la que le ocurre a un hombre con la edad (andropausia) sino de una declinación sistémica de la especie, expresada a todo lo ancho de la población masculina, y empeorándose con cada nueva generación (1).

Consideremos ahora el dimorfismo sexual, las diferencias fenotípicas que distinguen a hombres y mujeres de nuestra especie. En el dominio de la fertilidad masculina y la salud reproductiva, un biomarcador reconocido es el indicador DAG (distancia ano-genital), el segmento que separa al ano de la raíz del escroto o el inicio de la vulva. Históricamente, el segmento DAG masculino es dos veces mayor que el femenino (2). La magnitud de esta diferencia es enorme, si se la compara con otras diferencias morfológicas inter-género como la estatura, el peso o incluso la masa muscular. Niveles bajos de testosterona durante la embriogénesis generan un DAG más corto, al punto que distancias ano-genitales inferiores a la media estadística aumentan 700% el riesgo de infertilidad, cáncer testicular, hipospadia, azoospermia y criptorquidia (3). Los especialistas vienen también informando un debilitamiento del dimorfismo sexual, es decir, las diferencias morfológicas entre hombres y mujeres se están reduciendo. Consecuentemente, no solo los hombres producen cada vez menos esperma sino que desde el punto de vista anatomofuncional se están volviendo menos masculinos (4).

Especialistas norteamericanos y europeos registran una verdadera epidemia de infertilidad. Por ejemplo, a estas alturas, uno de cada 5 hombres daneses ya es infértil, y se viene registrando un creciente incremento de la entidad denominada Síndrome de Disgénesis Testicular, una verdadera colección de distorsiones genitales y reproductivas masculinas (5).

La revolución química.

Acompañando el explosivo progreso de la industria y la ingeniería desde principios de los 1800, una vertiginosa curva de innovación en la química de materiales como los hidrocarburos ha inundado todos los aspectos de la vida humana. Desde envases plásticos, tinturas, solventes, explosivos y adhesivos hasta aditivos y colorantes alimentarios, una miríada de moléculas enteramente extrañas para el organismo, pero con características estructurales semejantes a nuestras hormonas, se viene introduciendo a diario en nuestra sangre. Su presencia es ubicua. El más estudiado de todos los disruptores endocrinos, el bisfenol-A, emana de los envases de agua y alimentos hechos de plástico transparente como el cristal. Sorprendentemente, además de emplearse en el film que tapiza el interior de los envases de conserva, una nueva fuente de bisfenol-A (o BPA) son los recibos impresos en papel térmico, que ganan acceso al organismo a través de la piel. Otro grupo de moléculas disruptoras es el de los ftalatos, utilizados para conferir suavidad a los plásticos, y presentes en lubricantes, aglutinantes, emulsionantes, recubrimiento de píldoras, geles farmacéuticos, juguetes infantiles, plastilina, detergentes, esmaltes, jabón líquido y juguetes para adultos (6). En el caso de estos últimos, dada la suavidad requerida por los juguetes sexuales –una industria que movió más de 26.000 millones de dólares en 2019 y con un crecimiento compuesto anualizado (CAGR) de 5.3%- la cantidad de ftalatos presentes en ellos va del 40% al 80% del peso total del objeto (7). Es obvio también que en lo que a los juguetes sexuales se refiere, la fuente contaminante se introduce (literalmente) en la cercanía inmediata de los órganos reproductores.

Es importante considerar además que el impacto de estas pseudo-hormonas artificiales se amplifica con cada generación debido al fenómeno de la herencia epigenética. A diferencia de la disminución de los espermatozoides ocasionada por la diabetes, el calor testicular excesivo o el agotamiento –ninguno de los cuales se transmite generacionalmente- los disruptores endocrinos introducen modificaciones el “aparato” celular que controla la manifestación o silenciamiento de los genes, denominado epigenoma. El bisfenol-A y los ftalatos, que penetran por sangre hasta las células testiculares, pueden entonces modificar la expresión de nuestros genes sin necesariamente alterar el código genético (la secuencia concreta de ADN). Dichas modificaciones al epigenoma son transmisibles de padres a hijos. Con cada generación que hereda una capacidad androgénica disminuida -y además se ve expuesta a factores a estos disruptores endocrinos- el conteo espermático decrece de manera continua. A este fenómeno podemos llamarle decremento transgeneracional.

Infertilidad progresiva y la posible extinción de nuestra especie.

Para asegurarse la supervivencia, en el curso de la evolución los organismos desarrollaron múltiples mecanismos destinados a un mismo fin. Un claro ejemplo de estas redundancias es el metabolismo celular, en el que múltiples rutas bioquímicas confluyen para garantizar continuidad en la producción de energía e intermediarios metabólicos. Del lado masculino, la fecundación depende finalmente de un solo espermatozoide, y aun así, una eyaculación puede contener fácilmente 250.000.000 de ellos, evidenciando la redundancia comúnmente observada en la Naturaleza. La razón es clara, la redundancia aporta robustez a los sistemas. Sin embargo, pasado cierto punto, dado que no solo la cantidad sino la vitalidad de estas preciosas células son cruciales, las probabilidades de lograr la fecundación serán cada vez más y más bajas. La tendencia del decremento transgeneracional implica que hacia el año 2040 la eyaculación promedio contendrá apenas 2 miserables millones de espermatozoides, plagados además de defectos morfológicos (dos colas, dos cabezas, etc.) y con paupérrima motilidad. Este es el caso hoy día de algunos hombres con un recuento espermático muy bajo, que deben recurrir a la fertilización asistida.

Está claro que la salud reproductiva es esencial para la supervivencia de las especies, pero en el caso del Homo sapiens sapiens, las tecnologías podrían pasar a jugar ese rol. Sin embargo, dichas intervenciones, que por supuesto serán notablemente caras, difícilmente alcancen a cubrir la tasa de reposición demográfica que sostiene actualmente el crecimiento de la población humana.


Ernesto Prieto Gratacós

Laboratorio de Ingeniería Biológica


Referencias bibliográficas.

1- A population-level decline in serum testosterone levels in American men. Thomas G Travison, Andre B Araujo, Amy B O'Donnell, Varant Kupelian, John B McKinlay

2- High Prenatal Exposure to Bisphenol A Reduces Anogenital Distance in Healthy Male Newborns, Emil Mammadov, Murat Uncu, Ceyhun Dalkan. Journal of Clinical Research in Pediatric Endocrinology, 2018

3- Populations, decreasing fertility, and reproductive health Niels E Skakkebaek, Niels Jørgensen, Anna-Maria Andersson, Anders Juul et al. THE LANCET, 2019

4- Anogenital distance as a marker of androgen exposure in humans. A. Thankamony, V. Pasterski, K. K. Ong , C. L. Acerini, I. A. Hughes. Andrology, 2016

5- Testicular dysgenesis syndrome: an increasingly common developmental disorder with environmental aspects: Opinion N.E. Skakkebæk, E. Rajpert-De Meyts, K.M. Main. Human Reproduction

6- Toxic Substances Portal - Di(2-Ethylhexyl)Phthalate (DEHP). Agency for Toxic Substances and Disease Registry.

7- Sex Toys Market Size, Share & Trends Analysis Report By Type (Male, Female), By Distribution Channel (E-commerce, Specialty Stores, Mass Merchandizers), By Region (North America, Europe, APAC, LATAM, MEA), And Segment Forecasts, 2020 - 2027



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