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  • Foto del escritorErnesto Prieto Gratacós

EVITANDO EL DETERIORO COGNITIVO

Con las intervenciones correctas, es posible prevenir y revertir el deterioro cognitivo asociado a la edad. Para ello, sin embargo, es necesario establecer primero cuáles son sus causas biológicas y conductuales (definitivamente nuestras actividades juegan un rol crítico en la cognición) de dicha merma en la memoria, la atención o la capacidad intelectual. Algunas de las causas mejor estudiadas son la omnipausia, la patología microvascular –es decir, el deterioro de los capilares sanguíneos que irrigan el cerebro-; la merma en la función mitocondrial dentro de nuestras células nerviosas, que priva de energía a nuestras neuronas; la acumulación de detritus o basura celular (lipofuscina) y la acumulación de sustancia amiloidea en el cerebro.


Declinación hormonal generalizada

La progresiva pérdida de vigor endocrino es un efecto universal del envejecimiento en la especie humana. Esta universal declinación de las secreciones glandulares de las gónadas (testículos u ovarios), la tiroides, la hipofisis y las suprarrenales -que segregan testosterona, estrógenos / progesterona, tiroxina, hormona de crecimiento y DHEA, respectivamente- deja al cerebro sin las señales de crecimiento que necesita para no sufrir atrofia celular. Esta omnipausia o declinación endocrina sistémica solo puede ser resuelta con reposición hormonal bioidéntica.


Disfunción micro-circulatoria

No es ningún secreto que la función cerebral depende de una continua y abundante irrigación sanguínea, de hecho, el súbito descenso de la tensión arterial –que automáticamente disminuye la irrigación cerebral- puede producir de inmediato un desmayo o desconexión de las funciones superiores. Lo que es menos comprendido es cómo el imperceptible pero progresivo declinar de la micro-circulación cerebral va afectando cada vez más nuestras capacidades cognitivas. El empobrecimiento de la irrigación sanguínea cerebral tiene causas muy concretas que es posible revertir. La buena noticia es que dichos factores causales son en el fondo los mismos que los del el ACV o accidente cerebrovascular. Esta patología es muy seria –nada menos que la tercera causa de muerte en los países desarrollados- y consiste en una de dos variantes: la isquemia o el derrame. En cualquiera de los dos casos, si bien las hemorragias cerebrales[1] son mucho más graves que la declinación cognitiva, sus causas primarias son las mismas. En el origen profundo del deterioro de los diminutos capilares que irrigan nuestro tejido cerebral está la disfunción endotelial.


Fig.1 Microfotografía de un capilar sanguíneo, mostrando eritrocitos en su interior y el delgado tapiz o endotelio que recubre los vasos sanguíneos.

El tapiz o recubrimiento interno de nuestros vasos sanguíneos se rasga fácilmente por cambios bruscos de presión (estrés mecánico) cuando nuestra nutrición es defectuosa. Esto se debe a la mala calidad del tejido conectivo o “cemento celular” que mantiene ensamblados y funcionales a los tejidos vivos. Dicha mala calidad del colágeno proviene simple y sencillamente de la insuficiencia de ÁCIDO ASCÓRBICO. Este fenómeno se produce porque el paso crucial y último de la producción de colágeno en el organismo (llamado hidroxilación) requiere concentraciones sustanciales de vitamina C.

El programa COGNITIVA incluye -entre otros muchos recursos neuroregenerativos- un poderoso y sencillo protocolo de restauración vascular.


Disfunción mitocondrial (energética) de las células cerebrales

Sin las microscópicas centrales biológicas de producción de energía que son las mitocondrias, ningún tejido de nuestro organismo puede sobrevivir. La progresiva destrucción de estos vitales orgánulos causa estragos en el cerebro, que literalmente va muriendo de manera correlativa a la declinación mitocondrial de las neuronas y las células gliales. Se trata, ni más ni menos, que de un problema metabólico. Este problema debe ser resuelto con una estrategia multifactorial, es decir un conjunto de intervenciones muy específicas que preservan e incluso restauran la función respiratoria intracelular (cadena transportadora de electrones) que ocurre en el interior de las mitocondrias. Nuestro programa COGNITIVA incluye dicha estrategia, de manera personalizada.

Fig.2 Neuronas multipolares y sus muchas mitocondrias asociadas. La progresiva destrucción de estos vitales orgánulos causa estragos en el cerebro, que literalmente va muriendo de manera correlativa a la declinación mitocondrial de las neuronas y las células gliales


Acumulación de lipofuscina y otros detritus oxidados

En medio del complejo panorama biológico que es el envejecimiento, la acumulación de detritus orgánicos (basura celular) en el interior de las neuronas resulta, en especial, molesto. Dentro del tejido cerebral, hay continuo un reciclaje de materiales llevado a cabo por los macrófagos del Sistema Nervioso Central –células defensivas especializadas, denominadas “microglía” en su conjunto-. La oxidación y degradación incompleta de sustancias lipídicas, como los fosfolípidos de las membranas celulares, genera un pigmento pardo de asquerosa apariencia, la lipofuscina, que obstaculiza el funcionamiento de las neuronas, llegando incluso a desplazar su núcleo. Como hemos dicho, esta sustancia muy probablemente provenga de los restos de membranas digeridas por los macrófagos cerebrales, puesto que toda membrana biológica está hecha de fosfolípidos, y estos, como todas las grasas, son susceptibles a la oxidación. Como seguramente has podido observar, cuando el aceite o el queso comunes se ponen rancios, es porque han sufrido esta misma peroxidación lipídica. Las células progresivamente ocluidas por la lipofuscina se hacen disfuncionales. Este pigmento oxidado es el mismo que causa los nevus o manchas de la edad, y se lo ha asociado directamente con la disminución del ARN y el envejecimiento cerebral. Es muy frecuente también encontrar manchas pardas en nuestra piel a medida que aumentan los años, porque esos mismos depósitos están teniendo lugar en nuestras células cutáneas y, como se muestra en la imagen, también en el tejido muscular. Dicho proceso puede contrarrestarse con ciertas prácticas y con la suplementación de varias moléculas específicas (ver neuronutrición en el programa COGNITIVA)


Fig.3 Lipofuscina. Las células nerviosas, como las de la piel, acumulan lipofuscina –una mezcla de grasas rancias de color pardo, considerada un detritus del desgaste celular. Algunas neuronas sintetizan pigmentos relacionados con el neurotransmisor que utilizan; además, las membranas celulares están todas hechas de lípidos, ambos son susceptibles de oxidación. El modo en que hacen daño es por acumulación o efecto de masa en el interior de la célula, ocluyendo el citoplasma de la misma, desplazando su núcleo, provocando en fin deterioro neuronal.


Existe además una proteína denominada amiloide, de la cual se acumulan fracciones, precipitando en forma de ovillos o bien de placas. Cuando con el tiempo aumenta su número, tanto los ovillos neurofibrilares como los cuerpos amiláceos -también llamados placas seniles- desencadenan reacciones inflamatorias en las células de sostén de nuestro tejido nervioso (las células gliales) que culminan en atrofia y muerte neuronal. Esta imagen del tejido nervioso muestra la substancia amiloide perivascular o corpora amilacea, de asqueroso aspecto y efecto terrible. A nivel histopatológico, tanto la demencia senil como la enfermedad de Alzheimer se asocian a la formación masiva de dos tipos de agregados proteicos: los ovillos neurofibrilares, que se localizan en el interior de la neurona, y las placas seniles en el espacio extracelular. Los ovillos neurofibrilares provocan serios trastornos funcionales en la neurona y finalmente a la neurodegeneración. Se sabe que las neuronas que contienen ovillos neurofibrilares pierden su capacidad funcional y muchas de ellas mueren. Por su parte, las placas seniles están localizadas en el espacio extracelular donde tienen lugar las conexiones (sinapsis) entre terminaciones nerviosas, estorbándolas. ¿Es el Alzheimer’s en definitiva una especie de “diabetes cerebral”? Todo parece indicar que sí. La hiperglucemia crónica, la diabetes y la obesidad aceleran la destrucción del tejido nervioso, en tanto que las grasas apropiadas (aceite de coco por ejemplo) lo nutren y elevan dramáticamente la energía del cerebro en las personas afectadas. Una persona con Alzheimer’s puede recuperar su funcionalidad si se le provee de abundante MCT (Triglicéridos de Cadena Media) que proveen una energía alternativa a la vía glucídica, ya agotada por años de hiperglucemia e hiperinsulinemia.


Fig.4 Sustancia amiloide perivascular, profundamente implicada en la enfermedad de Alzheimer y el envejecimiento cerebral en general.


Una lista bastante extensa de problemas orgánicos así como de influencias externas -tanto tóxicas como conductuales- afectan continuamente a nuestro cerebro. El grado de regeneración y cuidado de nuestro cerebro, o por el contrario, el grado de deterioro de este, determinará si descenderemos progresivamente hacia el deterioro cognitivo hasta un estadio francamente senil o si mantendremos -e incluso EXPANDIREMOS- nuestras capacidades cognitivas. Por tres décadas, siempre he tratado de incorporar a los colectivos de investigadores que he formado y dirigido todas las técnicas e intervenciones de expansión cognitiva y preservación del cerebro, si bien nunca divulgamos nada de ello. Entra en este enlace para ver en qué consiste este programa intensivo:

[1] Las hemorragias o derrames cerebrales ocurren por ruptura de un vaso sanguíneo, a menudo asociado a una crisis hipertensiva severa o al quiebre de un aneurisma.


Ernesto Prieto Gratacós Laboratorio de Ingeniería Biológica Licencia Creative Commons Atribución -NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional

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