top of page
Buscar
  • Foto del escritorErnesto Prieto Gratacós

HAMBRE CELULAR

Es mi firme convicción, basada en treinta años de trabajo en las ciencias de la salud, que muchas de las dolencias físicas y mentales de la población contemporánea, no son otra cosa que hambre celular. Me refiero a deficiencias de micronutrientes esenciales como tiamina, riboflavina, niacina, folato, cobalamina, biotina, ascorbato, zinc, selenio, magnesio, calciferol y una larga lista de bioflavonoides. Una gran porción de las enfermedades contemporáneas están agravadas por, o directamente son, formas subclínicas de las enfermedades carenciales clásicas. Las enfermedades clásicas por carencia absoluta: escorbuto, beriberi, pelagra, anencefalia, raquitismo, etc., son rápidamente mortales e incurables sin el aporte del nutriente específico. La incompleta formación bioquímica de los profesionales de la salud les ha llevado a considerar que las DDR (Dosis Diarias Recomendadas) -dado que evitan la horrible muerte por carencia absoluta de uno o varios micronutrientes- son suficientes para una salud robusta. Nooooot! Veamos ahora la incidencia de dos nutrientes concretos en la morbilidad y mortalidad por infecciones virales respiratorias.


Tras más de un siglo de investigación multidisciplinaria, queda poca duda del carácter estacional de las epidemias infecciosas respiratorias y de otras clases. La evidencia científica sugiere que la tuberculosis, la escarlatina, la fiebre reumática, la difteria y el tifus (e incluso la peste bubónica) se asociaban históricamente a una sostenida deficiencia de vitamina C en la alimentación, en particular hacia el final del invierno, cuando también ha declinado el nivel de vitamina D a niveles catastróficos. Estudios epidemiológicos y nutricionales muestran la estrecha correlación de diversas plagas y “pestes” con periodos de dramática escasez de alimentos frescos aportadores de vitamina C, sumados al agotamiento invernal de las reservas de calciferol. De nuestras propias investigaciones en el Ártico canadiense en torno a la dieta carnicrudívora[1] de los Yupik y los Inuit (Esquimales) surgió que ingerir los tejidos de animales recién capturados, aporta suficientes vitaminas C y D como para no padecer de escorbuto ni raquitismo. Se sabe con certeza que el proceso de cocción destruye la mayor parte de las vitaminas termolábiles, cuya única fuente en el Ártico –donde no hay verduras frescas- son los tejidos animales crudos (hígado, riñón, seso, tuétanos, vísceras, etc.). Los expedicionarios occidentales que no adoptaban la dieta Inuit tradicional y se sostenían con carne enlatada, galletas, harina de trigo y azúcar, terminaban contrayendo escorbuto.


Fig.1 La deficiencia severa de Tiamina (vitamina B-1) genera espantosas neuropatías, polioencefalomalacia, demencia, etc. En rumiantes, aves y humanos, puede verse el signo de hiperextensión llamado "opistótono".


Por fortuna (quizá) vivimos rodeados de gran abundancia, por lo que no dependemos de comer hígado de caribú y grasa de foca para obtener nuestras vitaminas. Si bien la prevención de numerosas enfermedades contagiosas es posible mejorando el aporte dietario de vitamina C, una vez que la enfermedad logra instalarse en el organismo las cantidades de ácido ascórbico para erradicarla rápidamente son ya de orden farmacológico. Con todo, una cantidad relativamente baja de ácido ascórbico (por ejemplo 3 gramos diarios) podrían servir -dependiendo de la edad, alimentación, clima, estrés, etc.- de considerable protección contra el catarro. Pero, si ya se ha instalado una neumonía, pueden ser necesarias aplicaciones de entre 50 y 100 gramos por vía endovenosa durante varios días para curarla.


Nuestra experiencia en regiones tropicales como Cuba y Panamá nos mostró, por otra parte, que en ausencia de ácido ascórbico puro de grado farmacológico, un modo de incorporar cierta cantidad terapéutica de vitamina C es tomar cada día el jugo de varios limones (Citrus medica) disuelto en abundante agua, sumado a una cantidad sustancial de pimientos, tomates, apio, perejil, etc. En este caso, el rol más importante que cumplen los cítricos es preventivo pero, para un inmenso número de personas, especialmente los sectores más carenciados de la población, esos 800 a 1.500 miligramos diarios puede significar la diferencia entre la vida y la muerte gracias a la activación del Sistema Inmune.


Nota: Casi todos los resfríos, catarros, dolores de garganta y la mayoría de las bronquitis son causados por virus, sobre los cuales un antibiótico no tiene ninguna influencia. En aquellas patologías en las que finalmente se decida usar un antibiótico cuya indicación sea adecuada e imprescindible, el tratamiento debe llevarse a cabo de modo íntegro (la totalidad de las dosis y la totalidad de los días) sin saltear ninguna toma ni interrumpirlo antes de su completa aplicación, sumando múltiples dosis diarias de ácido ascórbico. Tomar antibióticos a medias conduce –aun cuando los síntomas de la enfermedad remitan casi totalmente debido a la medicación y a la acción de su propio Sistema Inmune- a una erradicación parcial de la colonia bacteriana causante del problema. Habiéndose facilitado así su adaptación y supervivencia estos microorganismos quedan en estado latente (como esporas), pudiendo recrudecer la enfermedad en pocos días. También dichos gérmenes pueden quedar en algún sitio del entorno, esperando la llegada de un cuerpo propicio para prosperar nuevamente. Estas bacterias sobrevivientes pasarán a sus descendientes sus rasgos genéticos resistentes, y no responderán favorablemente ante un ataque terapéutico futuro con el mismo antibiótico al que ya una vez sobrevivieron.

[1] El término “carnicrudívora” se refiere al hecho de que la dieta Inuit tradicional constaba casi exclusivamente de tejido animal comido crudo (preferencialmente los órganos y la grasa). Las especies más consumidas por el pueblo Inuit durante estos últimos 40.000 años son foca, caribú, ballena y salmón ártico (Salvelinus alpinus).


Algo realmente llamativo, y que resalta su enorme importancia inmunológica, es que no todos los tejidos del cuerpo tienen la misma concentración de vitamina C. Los niveles plasmáticos promedio de ácido ascórbico en las poblaciones de Latinoamérica que hemos podido evaluar, se distribuyen entre 0,5 y 1 mg/dL. Sin embargo, la concentración de ascorbato intracelular en los leucocitos circulantes y otros tejidos del sistema Inmune puede llegar a ser entre 10 y 100 veces más alta que las del plasma. Los neutrófilos acumulan normalmente vitamina C por medio del transportador dependiente de sodio 2 (SVCT2), pero incrementan masivamente su absorción cuando deben combatir microbios patógenos por medio de la liberación de radicales libres (ROS). Es en esos períodos críticos que absorben la forma oxidada de la vitamina C –el dehidroascorbato- usando transportadores específicos de la familia GLUT. Resulta obvio que la acumulación de tales concentraciones de vitamina C indica que esta cumple funciones cruciales dentro de estas células, las cuales recién comenzamos a desentrañar. Desde hace ya más de setenta años incontables experiencias clínicas han evidenciado que el ácido ascórbico es un agente quimioterapéutico sumamente potente cuando se da en repetidas dosis masivas cada hora, de forma oral, cuantos días sean necesarios. Si se cuenta con los recursos necesarios, la forma preferible es la inyección endovenosa, en especial cuando se trata de un cuadro agudo febril. Administrada de este modo, su efecto sobre un proceso infeccioso grave es equiparable al de los antibióticos, salvo por la completa ausencia de efectos colaterales tóxicos, disbiosis, etc.


Desde combatir la Klebsiella neumonia en pacientes convalecientes de cáncer de vejiga, hasta la erradicación de focos sépticos post quirúrgicos, nuestra experiencia clínica en diversos centros asistenciales ha sido invariablemente exitosa en el tratamiento de infecciones, septicemias y parasitosis, así como toda clase de enfermedades virales.

Desde mediados del Siglo XVIII, se observó que el jugo de limón podía prevenir el escorbuto en los marineros de la Armada Real Británica. Al principio se creía que su carácter ácido era responsable por la curación, pero productos como el vinagre, no mostraron el mismo poder. Ya en la era moderna, investigadores noruegos reportaron la presencia de un compuesto esencial para la vida, distinto de la vitamina B-3 (la niacina o ácido nicotínico) que prevenía la polineuropatía, el terrible beriberi. El modelo animal conque hicieron este sorprendente descubrimiento no era otro que el novedoso Conejillo de Indias o cobayo (Cavia porcellus), susceptible de padecer escorbuto al igual que los humanos, ya que tampoco es capaz de producir su propia vitamina C.


Efectos fisiológicos que hacen del ácido ascórbico un formidable “antibiótico” y “antivírico”.


  1. Aumenta la producción de interferones (INFs).

  2. Incrementa la potencia devoradora de los macrófagos.

  3. Eleva la producción de citokinas, mediadoras intercelulares para orquestar la respuesta inmune.

  4. Aumenta la proliferación de linfocitos T y B así como la respuesta inmune mediada-por-células.

  5. Incrementa el óxido nítrico en células fagocíticas.

  6. Inhibe la neuroaminidasa, enzima usada por los microorganismos para evitar ser atrapados en el mucus que generamos como defensa.

  7. Incrementa la producción y actividad de anticuerpos y complemento.

  8. Estimula los T-killer, pequeñas células asesinas que atacan a los invasores (Ej. células tumorales) sin depender de anticuerpos.

  9. Sube la síntesis de prostaglandinas, potentes mediadores internos.

  10. Incrementa del AMP- cíclico.

  11. Induce la producción de H2O2, que disuelve la cápsula de ciertas bacterias (neumococo) y de los virus con cubierta lipídica (herpes).

  12. Neutraliza la histamina, evitando la reacción alérgica asociada.

  13. Neutraliza los radicales libres que acompañan y favorecen a toda infección al agravar el estrés oxidativo y biológico.

  14. Tiene efecto mucolítico, lo que permite que nuestros agentes defensivos penetren más fácilmente en la zona afectada, a la vez que alivia los síntomas del enfermo. Si a todo esto se suma que los suplementos abundantes y frecuentes de ascorbato mejoran el efecto de las vacunas (cofactor inmunológico), a la vez que elimina los efectos colaterales de las mismas, cuesta trabajo entender como no es esta la substancia más recetada del planeta.


Ernesto Prieto Gratacós

Laboratorio de Ingeniería Biológica

7213 visualizaciones6 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page