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UNA DIETA HUMANA PERFECTA

Los humanos tendemos a pensar en categorías absolutas, y como no podía ser de otra manera, venimos buscando hace siglos el equivalente al Santo Grial de la dieta. Desde una perspectiva antropológica y clínica, tras nuestra experiencia en el Ártico, en Córcega, y en particular, tras casi dos décadas de trabajo en oncología metabólica y neuronutrición, la más racional declaración que podemos hacer al respecto es que:


1. La alimentación humana debe ser congruente con su diseño genómico

2. La práctica alimentaria puede cambiar en función de los resultados que quieran obtenerse en cada momento dado.


En el ámbito personal, debido mi desempeño como divulgador científico y a nuestro documental Cáncer & Civilización, todo el mundo supone que debo pertenecer a alguna escuela de pensamiento específica en cuanto a la dieta se refiere. ¿Eres carnicrudívoro? ¿Paleo? ¿Vegano? ¿Macrobiótico? ¿Low carb? ¿OMAD? ¿Sigues la terapia de Gerson? ¿Dieta alcalina? ¡¿Cuál es la mejor dieta?!


Fisiológicamente, el cuerpo humano puede funcionar bien bajo condiciones nutricionales muy diversas. Esto podría expresarse diciendo que somos omnívoros condicionales, y se demuestra con claridad al examinar las dietas tradicionales de varios grupos étnicos de todo el planeta. Los habitantes originales de Okinawa construyeron su alimentación en torno al pescado y diversas variedades de nabos y algas, en tanto que en el interior de Angola algunos pueblos consumen mandioca fermentada. Por su parte, mis amigos los Inuit consumen dietas tradicionales muy ricas en grasa animal y órganos crudos, en tanto que los Maasai –pastores africanos- consumen mayoritariamente proteínas, leche y sangre, con virtualmente ninguna verdura. Por el contrario, los habitantes de Kitava (Islas Trobrian) consumen casi exclusivamente vegetales y poca grasa, al tiempo que los neozelandeses de Tokelau, consumen dietas tradicionales plenas de grasa saturada.


Las poblaciones que siguen una misma dieta tradicional por muchas generaciones sucesivas, contienen personas relativamente saludables con una incidencia mínima de enfermedades cardiovasculares, derrames cerebrales, diabetes, obesidad, artrosis, etc. (x). Esto solo es posible porque el cuerpo humano es increíblemente adaptable a una amplia gama alimentaria y a un extenso espectro de condiciones ambientales. Gracias a esta versatilidad metabólica, es posible una salud robusta tanto si se come primariamente animales o primariamente vegetales, principalmente grasas o principalmente almidones, muchas veces al día o solo una vez. En la actual “guerra de las dietas”, diferentes escuelas de pensamiento toman posiciones fundamentalistas que dan la impresión de una auténtica religión nutricional. Pero mi perspectiva se funda tanto en la lógica de la biología evolutiva como en las observaciones antropológicas. Adscribo entonces a una filosofía nutricional flexible, basada en la evidencia experimental y clínica. En ese caso, por lo antedicho, no podría considerarme un agnóstico nutricional, sino más bien “politeísta”. ;-) En efecto, creo en muchos dioses nutricionales a la vez.


Fig.1 Deficiencias nutricionales en la población urbana norteamericana. Incluso para los magros estándares impuestos por las DDR (Dosis Diarias Recomendadas) casi la mitad de la población padece groseras deficiencias micronutricionales (vitaminas C, A, E y D) a pesar de encontrarse simultáneamente obesa.


¿Cómo pueden estos programas de nutrición tan diversos generar retornos positivos? Pues bien, según nuestras observaciones, en el fondo las diferentes dietas producen efectos biológicos más semejantes de lo que se cree. Incluso los programas de nutrición fundados en hipótesis rotundamente erróneas, como la “dieta alcalina”, son vastamente superiores en calidad y cantidad a la dieta americana estándar. Cuando se hace correctamente, las dietas Paleo, las dietas a base de plantas, las dietas basadas en carbohidratos complejos, las dietas low carb/high fat, etc., logran inducir efectos sistémicos como mayor consciencia, atención sobre la calidad nutricional y menor toxicidad. Tan solo prestar más atención a lo que come conduce a evitar alimentos nocivos y quemar grasa visceral. Ya sea que la atención esté centrada en evitar los carbohidratos, o bien en comer verduras, en alimentos orgánicos/de corral, o en alimentación de estilo paleolítico, etc. el factor común es que generan consciencia de uno mismo.


Los defensores de la dieta paleo y Low Carb, quieren animales de granja, ricos en proteínas, altos en grasas saturadas y mínimamente procesados. Por su parte, los defensores del veganismo quieren más alimentos naturales de origen vegetal mínimamente procesados, ricos en fibra y antioxidantes. Nadie en su sano juicio recomienda comida chatarra, ultraprocesada y cargada de toxinas. En cambio, todas las escuelas coinciden en recomendar alimentos enteros, mínimamente procesados ​​y ricos en micronutrientes. Y esa puede ser una de las intervenciones nutricionales más importantes de todas, más allá de su proporción de macros.


Fig.2 “Delicias” diabetogénicas de la Dieta Americana Estándar, consumida casi a diario en los países desarrollados.