Todos los seres vivos habitan en un espacio concreto y consumen una determinada cantidad de recursos. El número de individuos que cada ecosistema puede sostener es por lo tanto finito y se denomina en Biología capacidad de carga. Determinada materialmente por la existencia concreta de recursos tales como espacio vital, alimentos y energía, la capacidad de carga es una constante ecológica (no una variable), designada con la letra K. La población humana ha venido creciendo de manera supra-exponencial (es decir, a una tasa creciente) desde la invención de la agricultura. Dicho crecimiento se aceleró a partir de la Revolución Industrial, duplicando su número a intervalos cada vez más cortos (1). Esta curva, sin embargo, a cambiado ahora de dirección.
Como es sabido, la expansión de la Humanidad se debió al progreso tecnológico, en particular en el área de la salud. Como consecuencnia de avances en medicina, higiene y nutrición se fueron generando hasta hace pocas décadas más ingresos que egresos o, demográficamente hablando, más nacimientos que muertes. El número de humanos vivos alcanzó los 8.000 millones en 2023, y es matemáticamente obvio que no podría seguir creciendo ad infinitum. Como dijimos, dado que los recursos que sustentan la vida en los planetas como la Tierra son finitos, existe un límite máximo para el tamaño de la población humana en nuestro planeta, u otro cualquiera. Usualmente, en la Naturaleza se autocorrigen los desbalances de una determinada especie dentro de un ecosistema cualquiera por diversos medios, espontáneamente.
En 1762, el demógrafo y economista político Thomas Malthus describió la inquietante observación de que el crecimiento de la riqueza de una nación, o sea el aumento del producto bruto interno, tenía como consecuencia inmediata un incremento en la población (2). En efecto, en todos los países que emergían del feudalismo gracias a la pujante fuerza de la revolución industrial, la abundancia de recursos -especialmente de alimentos y condiciones de salubridad- producía un efecto multiplicador en la población. Por desgracia, la afluencia económica propiciaba de inmediato un incremento en la demanda de esos mismos recursos, lo cual sumía así nuevamente en la escasez, la estrechez económica y la hambruna a dicha región. La observación de que el crecimiento de la población era geométrico, en tanto que el crecimiento de los recursos era aritmético, llevo a Malthus a postular el muy debatido “principio de la población”. Su ominosa visión parecería ahora cobrar especial relevancia, a juzgar por los datos actuales sobre el nivel de impacto que la actividad humana podría estar teniendo sobre los recursos planetarios. Pero la informacion más reciente revela que no es así. Lo que es peor, hemos sido desinformados deliberadamente o por error acerca de la verdadera situación ecoloógica de nuestro hogar planetario.
Este es un tema sobre el que yo mismo he cambiado RADICALMENTE de opinión en los últimos dos años, gracias a lo siguiente:
1) informes sobre el greening effect o efecto fertilizante que ha tenido el CO2 sobre la vegetacion en todos los continentes. De hecho, mi propia ignorancia sobre climatología me impidió ver la falacia de considerar al CO2 como un gas problemático, en lugar de como lo que verdaderamente es: el alimento imprescindible de las plantas. Este imprescindible gas, por cierto, es apenas el 0,04% de la atmosfera terrestre, y no ejerce efecccto causal alguno sobre el incremento o decremento de la temperatura global.
2) los preocupantes datos de desplome de la natalidad en virtualmente todos los países, segun los cuales todas las naciones desarrolladas ya están por debajo de la tasa de reposicion. A este paso, si mis cálculos son correctos, la especie humana podría extinguirse en apenas tres generaciones más.
Fig.1 Curva del incremento supra-exponencial de la especie Homo sapiens sapiens en la Tierra hasta el año 2000. En directa correlación con las dinámicas demográficas de la población humana, animal y vegetal, la capacidad de carga (K) es el número máximo de individuos de una especie que un medio ambiente puede soportar indefinidamente. Nótese el brusco ascenso de la curva demográfica, típico de los insustentables crecimientos supra-exponenciales, aquellos en los que la tasa o exponente también crece en el tiempo.
Antropoceno, la era del Hombre
Apenas tres años atrás solía pensar que los humanos eramos una fuente de desequilibrio para el planeta. Al igual que las cianobacterias, que generaron el oxígeno atmosférico miles de millones de años atrás, transformando la Tierra, o la explosiva aparición de miles de nuevas formas de vida en el periodo Cámbrico, me parecía advertir que nuestra especie estaba alterado el entorno planetario muy peculiarmente. Está claro que, a lo largo de diversas eras geológicas, la biosfera y el paisaje planetario han sufrido intensas modificaciones (extinciones masivas, recalentamientos globales, extensas glaciaciones, cataclismos, etc.) numerosas veces, pero la explosión demográfica humana es tan violenta -me decía a mi mismo- que necesariamente generará una sobreexplotación de los recursos planetarios comunes.
Tan profunda es nuestra huella tecnológica, que ha dado lugar a una era bien definida: el antropoceno, la era del Hombre.
La creciente expansión de nuestra especie, asociada a una incesante y voraz demanda de recursos energéticos, se esta aproximando al punto de inflexión de la capacidad de carga del ecosistema planetario. ¿Cuántos seres humanos puede en definitiva sostener el planeta Tierra? Si mis estimaciones son correctas (sinceramente espero que no) la población planetaria alcanzará los 16.000 millones en 2090 (+-12 años), lo cual considero el límite superior de la capacidad de carga de la biosfera debido al inmensa presión ecológica del consumo de energía eléctrica, alimentos, tierras arables, etc. En tan apretadas circunstancias (pun intended) cualquier disrupción accidental del equilibrio ecológico, como un breve retraso de las estación de las lluvias, que suscitaría un megaincendio forestal en la Amazonia, o de la logística urbana por un pánico bursátil, desencadenaría catástrofes ecológicas/poblacionales de inmensas proporciones.
Por otra parte, hay líneas de razonamiento que sugieren que la tasa de natalidad ya viene descendiendo en correlación directa con el poder adquisitivo y el nivel educativo de las naciones, al tiempo que la capacidad humana de innovar anularía el peligro previsto por Malthus ya que continuaría extendiendo indefinidamente la constante K correspondiente a nuestra especie, marchando siempre un paso adelante de la expansión demográfica (3). Para todas las especies, sean animales o vegetales, uni- o multi-celulares, la biosfera tiene una capacidad de carga, pero los humanos no nos reproducimos, consumimos recursos, ni interactuamos con la biosfera de manera uniforme. Es muy difícil para los ecologistas calcular la capacidad de carga planetaria correspondiente al Homo sapiens, ya que somos una especie socialmente compleja. Estimar la constante K definitiva de nuestra especie implica hacer predicciones sobre las tendencias futuras de la tasa de natalidad, la disponibilidad de materias primas, el progreso tecnológico y la resiliencia de los ecosistemas que nos sostienen.
En el siguiente blog, IMPLOSION DEMOGRAFICA exploramos las evidentes analogías entre el crecimiento humano y el crecimiento tumoral, cuyo análisis ofrece importantes lecciones para el diseño de una existencia humana sustentable.
Ernesto Prieto Gratacós
Laboratorio de Ingeniería Biológica
gracias!
Interesantísimo, ¿podríamos llegar a vivir de forma sostenible o estamos condenados a la extinción?
Qué pesimista!
Viniendo de usted, da algo de miedo.
Saludos