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  • Foto del escritorErnesto Prieto Gratacós

AUTOFAGIA: Reciclando lo que te sobra

Actualizado: 16 ene

Renovar tu organismo es tan importante como alimentarlo o estimularlo. De hecho, si constantemente estimulas, alimentas y aceleras tu cuerpo, incrementas la velocidad a la que este genera residuos inservibles.... que avanzan tu envejecimiento.


Estudia este breve blog en detalle para saber cómo sacar ventaja del proceso de reciclado orgánico que se genera durante el Ayuno Profundo.


Spoiler alert: En los humanos, el ayuno intermitente NO alcanza ni para empezar.



Fig.1 A nivel bioquímico, mi laboratorio a estudiado el proceso del ayuno en muchos miles de personas con características fisiológicas muy diferentes (que denominamos sub-fenotipos), y está claro que la autofagia regenerativa cambia inmediatamente el curso de la salud humana.



Un fenómeno recurrente en las Ciencias Biológicas es que cada proceso o circuito, cada ruta metabólica, cada gen, cada vitamina o enzima sirven a varios fines simultáneamente, a menudo en profunda interconexión con sus opuestos. Tal es el caso de la autofagocitosis o autofagia, un ancestral mecanismo regulador de las células que elimina los componentes disfuncionales o prescindibles, en particular bajo condiciones de escasez de macronutrientes. Es por eso que el ayuno profundo activa el programa intracelular de limpieza y reciclaje biológico. La autofagia permite una degradación y reciclaje ordenado de las piezas biológicas que conforman los orgánulos celulares (proteínas, lipopolisacáridos) (1-2).


Fig.2 Autofagocitosis vista con microscopio electrónico. El detritus celular es rodeado por una membrana, conformando la estructura denominada autofagosoma. Una vesícula cargada de enzimas -el lisosoma- se fusiona luego con este "paquete" de desechos creando una segunda membrana aislante, y desensambla todos los componentes biológicos atrapados en su interior. Las "piezas de repuesto" celulares así obtenidas son utilizadas entonces con fines energéticos o estructurales.



Sin los conocimientos precisos de hoy día, mas desde un nivel profundamente intuitivo, el ayuno se ha utilizado durante siglos como herramienta curativa de gran eficacia (6). En tiempos recientes se ha podido descubrir exactamente qué mecanismos biológicos –a nivel de los tejidos en general y en el interior de las células en particular- son responsables de los formidable efectos del ayuno terapéutico o inanición voluntaria practicada con fines médicos y espirituales.



Tanto la literatura científica como las tradiciones yóguicas prueban un punto común: durante una hambruna, una vez que se ha consumido toda la reserva de glucógeno, el organismo decide consumir ciertas partes más o menos prescindibles de sí mismo (primariamente la grasa, las proteínas envejecidas y los orgánulos celulares defectuosos) para poder sobrevivir. La observación más interesante que se reportaba era que lo primero que se quema en estado de autofagia son las substancias sobrantes, menos vitales, incluyendo compuestos supramoleculares como la lipofuscina, atrapados en los tejidos. Sometidas a la inanición, las células propician que varios orgánulos defectuosos, por ejemplo mitocondrias averiadas, sean devoradas por fagocitosis y recicladas tras cierto tiempo de estrés energético sostenido (7).



Fig.3 Diferentes especies (debido a que tienen diferentes masas corporales) arriban a la AUTOFAGIA con periodos de ayuno muy diferentes. Como hemos explicado antes, la Ley de Kleiber dicta que mientras más grande es un organismo, mas baja será su tasa metabólica , por lo cual los humanos necesitan ayunar totalmente varios dias (solo agua) para lograr alcanzar una autofagia regenerativa profunda.


En su más directa definición, la autofagia es un mecanismo adaptativo en respuesta al estado catabólico de inanición. Este mecanismo está controlado genéticamente y conservado a través del curso de la Evolución como estrategia de supervivencia. Esto es logrado mediante el hábil truco de la acumulación de “autofagosomas” dentro de la célula, que luego se fusionan con lisosomas –cargados de poderosas enzimas- para formar vacuolas digestivas especiales llamadas autolisosomas. Durante este proceso, la célula devora y digiere partes de sí misma -orgánulos intracelulares y porciones del citoplasma- para obtener energía, pudiendo servir además para regular la reposición normal de las estructuras disfuncionales y para descartar toda porción dañada de la arquitectura celular que comprometa la homeostasis o equilibrio orgánico. Resulta evidente entonces que la autofagia sirve como mecanismo de supervivencia durante períodos de hambruna, proveyendo una fuente alternativa de energía, a la vez que facilita el descarte de proteínas con un plegamiento defectuoso.



Inducir una verdadera autofagocitosis requiere por lo menos 48 horas de ayuno, dado que primero deben ser agotadas todas las reservas hepáticas y musculares de glucógeno, pero ayunos mayores de 72 horas deberían ser hechos bajo supervisión experta. Como en todos los otros fenómenos, llevar la inanición al extremo consume -pasado cierto punto- recursos sumamente valiosos para el organismo, poniendo en peligro la supervivencia.



Fig.4 Mientras más grande es un objeto -inanimado o viviente- menor es su superficie con respecto a su masa. Así como estos dos cubos de cartón que estoy sosteniendo, tu cuerpazo y el de un ratoncito de laboratorio no funcionan a la misma intensidad metabólica. En consecuencia, los humanos debemos ayunar muuuuchos más días para alcanzar el mismo efecto que un roedor.



La hambruna involuntaria e indefinida ha sido sin dudas un azote de la Humanidad y del resto de los animales desde el albor de los tiempos, conduciendo muchas veces a la extinción de un individuo aislado o bien de grupos enteros por falla multiorgánica. La distinción debe ser hecha, con toda claridad, entre la hambruna involuntaria –y por lo tanto caótica, azarosa y potencialmente fatal- y la cuidadosa administración terapéutica de periodos bien planificados de inanición voluntaria.



Nota: El término autofagia o autofagocitosis proviene del griego antiguo αὐτόφαγος autóphagos, que significa "autodevorador" y κύτος kýtos, que significa "hueco".



Ernesto Prieto Gratacós

Laboratorio de Ingeniería Biológica


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