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CAUSA Y SOLUCIÓN de la PRESIÓN

Actualizado: 19 feb 2022

La verdadera causa primaria de la "presión alta" es el deterioro mitocondrial y el descenso de la perfusión de oxígeno en los tejidos del organismo. Desde un punto de vista estrictamente mecánico, el fenómeno de la hipertensión consiste en que la sangre comienza a ejercer demasiada fuerza sobre las paredes de nuestras arterias cada vez que es bombeada por el corazón. Nuestro corazón consiste de hecho en dos bombas flexibles adosadas entre sí, contrayéndose y relajándose casi al unísono. La primera bomba empuja la sangre proveniente del cuerpo hacia los pulmones (donde esta despide CO2 y carga O2). La segunda bomba, recibe la sangre oxigenada de los pulmones y la empuja hacia el cuerpo nuevamente. Ambas bombas poseen recámaras previas (llamadas aurículas) que funcionan como bombas cebantes. El modo en que las fibras musculares del corazón coordinan sus contracciones es un verdadero portento bioeléctrico.


Considera que:


a) La causa primaria de la hipertensión moderada crónica es la declinación progresiva de la respiración celular o fosforilación oxidativa, o sea la capacidad mitocondrial de producir ATP en presencia de oxígeno (O2).

b) La contracción refleja de los vasos arteriales tiene un rol de compensación que intenta mejorar el output mitocondrial incrementando la presión tisular de oxígeno (paO2) en los órganos.

c) La hiperinsulinemia crónica es un poderoso factor contribuyente de la reacción compensatoria hipertensiva, porque ejerce retención sobre el sodio (Na) del plasma sanguíneo.

d. Restaurar la capacidad mitocondrial (suplementación vitamínica, autofagia regenerativa, entrenamiento de intensidad) desactiva el mecanismo de hipertensión compensatoria.


La presión arterial se evalúa utilizando dos parámetros: la presión de empuje o sistólica, y la presión de llenado o diastólica, que miden, respectivamente, la presión máxima ejercida en las arterias cuando el corazón se contrae y la presión mínima en dichos vasos cuando el corazón se relaja entre contracciones, permitiendo la entrada de nueva sangre a sus recámaras. La idea más difundida entre la población –e incluso entre profesionales de la salud- es que la presión arterial se considera normal si el número superior (presión sistólica o de empuje) se aproxima a 120 y el número inferior (presión diastólica o de llenado) se aproxima a 80. En verdad, cualquier presión por encima de 115/75 indica ya insuficiencias mitocondriales y metabólicas (resistencia insulínica, hipoxia en ciertos tejidos, etc.) y entraña riesgo de salud.



Como veremos, comprender en su origen más profundo este fenómeno es la única manera de resolverlo con seguridad, eficacia y sin efectos colaterales. El control de la hipertensión puede lograrse muy rápidamente con las técnicas de rehabilitación metabólica y regeneración celular descritas en nuestro libro I LOVE my HEART y el Protocolo de Restauración Vascular asociado a este:



Infartos cardíacos y accidentes cerebrovasculares constituyen respectivamente la primera y tercera causa de muerte de los países desarrollados, estando la presión arterial profundamente ligada a ambas patologías. Dado que en realidad ignora la verdadera causa primaria de la hipertensión “esencial” (etiqueta acompañante de toda enfermedad de origen desconocido) la corriente más ortodoxa de la medicina utiliza como de costumbre fármacos que mitigan el síntoma, pero no ayudan en nada la razón fundamental o raíz del problema. La solución de compromiso es entonces el uso de antihipertensivos. Recordemos pues la fórmula que expresa el origen real de la presión arterial elevada: Deterioro microvascular + mitocondrias pobres = hipertensión.


Además, un factor celular no tenido en cuenta, la declinación de la respiración mitocondrial (fosforilación oxidativa), conecta a la hipertensión con el cáncer. Es sumamente instructivo entender cómo la “presión alta” está materialmente emparentada con la verdadera causa primaria la carcinogénesis, dado que en su conjunto, las patologías cardíacas cerebrovasculares y neoplásicas causan el 60% de las muertes prematuras de la sociedad post-industrial. Existe sólida evidencia experimental de que la falta sostenida de oxigenación de un tejido es capaz de promover en éste, un metabolismo fermentativo típico de los tumores, así como todos los rasgos genéticos y fenotípicos del cáncer (1). De este modo, la progresiva pérdida de capacidad oxidativa del organismo, normalmente asociada a la edad biológica, puede inducir el efecto Warburg en cualquier tejido estresado crónicamente por diferentes demandas funcionales (2). Nuestras observaciones clínicas nos han llevado a formular la hipótesis de que el progresivo e inexplicado incremento en la presión sistólica es en realidad un mecanismo de defensa que permite al organismo compensar inicialmente la declinación de la presión parcial de oxígeno en los órganos y/o la merma de la fosforilación oxidativa celular.