EL DECLINAR DE LA HOMBRÍA
Actualizado: 28 sept 2022
Como una observación más bien cultural y psicológica, varios líderes de opinión en el campo de la psicología cognitiva y el management, alertan sobre un “reblandecimiento” de la joven generación. En coincidencia con todo ello, tanto la fuerza física promedio como la cantidad y vitalidad de los espermatozoides han disminuido estadísticamente a la mitad de las registradas en 1950. Pareciera, como apuntó críticamente uno de mis mentores, que “los chicos de ahora son la mitad de hombres que sus abuelos”. En efecto, la fuerza prensil de las manos -medida a través de un instrumento llamado dinamómetro- ha declinado en hombres y mujeres tanto como un 50% en comparación con lo registrado al final de la Segunda Guerra Mundial (en los jóvenes de aquella época).
Tradicionalmente, el recuento total de espermatozoides ha sido un parámetro sencillo y accesible de medir, que constituye un útil biomarcador para registrar cambios orgánicos (a nivel personal y generacional) en los organismos vivos. En los varones contemporáneos, el volumen de semen por eyaculación está en un rango de entre 1 y 5 centímetros cúbicos, conteniendo de 20 a 150 millones de espermatozoides por mililitro (en promedio, 47 millones). Muchos factores influyen en la cantidad y la vitalidad de la esperma, incluyendo la nutrición, los niveles hormonales, la actividad física, la frecuencia e intensidad de la actividad sexual y la temperatura. La primera voz de alarma sobre una declinación del recuento de espermatozoides se dio en 1974, seguida de muchas otras publicaciones con resultados similares (1-3). En un análisis abarcador de la población, un estudio publicado por el prestigioso British Medical Journal en 1992 (Evidence for decreasing quality of semen during past 50 years) encontró una declinación del 50% ocurrida en el transcurso de las cinco décadas anteriores.

Fig.2 El artículo de Levine et al, consistente en un metaanálisis sobre 185 estudios, examinando en conjunto el semen de un total de 43.000 hombres, corrobora la alarmante declinación de la esperma masculina. Lo que dicho metaanálisis demuestra, en esencia, es que la especie humana tiende hacia la incapacidad de reproducirse. El conteo espermático pasó de 99 millones de espermatozoides por mililitro de semen en 1973 a 47 millones por mililitro en 2011 (una reducción del 53% !!!)), sin signos de desaceleración. Manteniendo ese ritmo, cuatro décadas bastarán para reducir el conteo de espermatozoides a CERO.
Provenientes de los plásticos y los pesticidas, productos químicos como el bisfenol-A (BPA) y los ftalatos -conocidos disruptores neuroendocrinos con capacidad estrogénica- tienen la capacidad de modificar la expresión de los genes dentro las células espermáticas. Esto es realmente serio ya que convierte a varios de esos efectos anti masculinos en características genéticamente heredables. En esas circunstancias, no solo los padres transmiten a sus hijos una inferior capacidad para la espermatogénesis sino que luego, en el transcurso de su propias vidas, esos hijos se exponen a disruptores neuroendocrinos, acentuando el fenómeno de declinación. Esta combinación de factores que deprimen la producción de semen tanto de modo funcional como a nivel genético, explicarían la continua declinación del recuento total de espermatozoides en los últimos setenta años, cuya línea-base estadística continúa descendiendo.

Para ambos fenómenos, el "reblandecimiento" de las generaciones más jóvenes y el declinar de la esperma, se han propuesto diversas explicaciones, siendo la falta de exigencia y rigor en la educación en el aspecto social, junto a la creciente polución de los alimentos y el ambiente en el aspecto biológico, las hipótesis más favorecidas (4-6). Otro elemento preocupante y contrapuesto al progresivo incremento de la expectativa de vida al nacer durante el último siglo, es que los conteos espermáticos bajos son un predictor de morbilidad y mortalidad (4). En consonancia con la Ley de Tanchou, que expresa la correlación directa y proporcional entre el grado de industrialización y la mortalidad por cáncer, la contaminación progresiva seguirá deprimiendo la fertilidad masculina y femenina de nuestra especie. Se han registrado aproximadamente 3.000 sustancias análogas al estrógeno asociadas con la disminución del recuento de espermatozoides y la salud reproductiva en general. Varios insecticidas, como el dicloro-difenil-tricloroetano (el tristemente célebre DDT) se degradan en metabolitos con efecto adverso sobre la sexualidad masculina impactando incluso en el tracto reproductivo durante la embriogénesis, y en general con efectos anti-androgénicos sobre el organismo masculino en desarrollo. La presión anti-androgénica de estos contaminantes presentes en provisión alimentaria humana tarda años en manifestarse, pero sus efectos perduran en el individuo e incluso transgeneracionalmente (4). La ingesta dietética de disruptores neuroendocrinos es rampante en la cultura del fast food y las conservas de la sociedad urbana contemporánea, y no solo ha destrozado el Índice de Masa Corporal (IMC) de los ciudadanos sino que claramente afecta también la cantidad y calidad de los espermatozoides.
