LA ESTATINÁSTROFE
La masiva prescripción de estatinas de las últimas décadas ha fallado escandalosamente en erradicar la mortalidad por infarto cardiaco y cerebral. Se ha demostrado que las estatinas inhiben por completo a la vitamina K induciendo una severa calcificación de las arterias, además de inducir diabetes tipo 2 (DBT2), osteoporosis y aterosclerosis. Considerando el daño que las estatinas hacen a las mitocondrias, al estatus antioxidante del organismo, que inhiben a la vitamina K y la Coenzima Q-10, y el hecho mismo de que inhiben la síntesis de la importantísima molécula que es el colesterol, es inconcebible que este fármaco siga en uso. Particular atención debe prestarse al destructivo efecto de las estatinas sobre el ADN mitocondrial, el reservorio de información genética que nuestras mitocondrias necesitan para sintetizar sus propias enzimas respiratorias.

Un estudio reciente publicado en la revista Annals of Internal Medicine que los posibles efectos secundarios de las estatinas parecen ser mayores que los beneficios para las personas cuyo riesgo de Enfermedad Cardiovascular a 10 años es de aproximadamente el 7,5-10% . La misma FDA reconoció en 2017 en su informe "Controlling Cholesterol with Statins" que las estatinas ocasionan síntomas musculares y una alta probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2 en los pacientes. La mas probable causa del incremento de DBT2 y arteriosclerosis es el efecto inhibitorio[1] de las estatinas en el metabolismo de la vitamina K. Algunos autores plantean la hipótesis de que la supresión prolongada de la HMG-CoA reductasa por el tratamiento crónico con estatinas podría afectar negativamente a los pacientes al disminuir el aporte de vitamina K2 a su organismo. Este fenómeno es instrumental en su inducción de la diabetes, la aterosclerosis y la osteoporosis. Varios ensayos han demostrado que las mujeres posmenopáusicas que toman estatinas tienen un 150% más de probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2. Por ejemplo, en un ensayo sobre 2.142 individuos, Cederberg y colaboradores encontraron una seria caída en la sensibilidad general del organismo a la insulina y un 46% de aumento del riesgo absoluto de desarrollar diabetes. Se sabe que tener niveles insuficientes de vitamina K induce la aterosclerosis y otras ECV. En el gran estudio poblacional de Rotterdam (n=7.983 hombres y mujeres, edad>55 años), se encontró una correlación positiva entre la reducción del riesgo de cardiopatía coronaria y el consumo regular de vitamina K.

Para perjuicio de toda la población humana, hemos interpretado de manera errónea el rol de las grasas, y en particular la importancia del colesterol en la fisiología de los animales superiores. La demonización de las grasas saturadas y la canonización de sus inhibidores se ha basado en la falsa premisa de que las grasas y el colesterol –sustancias cruciales en la evolución de los organismos multicelulares, súbitamente se tornaron tóxicos a principios del Siglo XX. Entre 1980 y 2004, un verdadero torrente de estudios clínicos -mitad erróneos, mitad fraudulentos- dio soporte a la creciente prescripción de estatinas. De gran valor económico, el empuje sobre los profesionales médicos para la prescripción de estatinas proviene mayormente de las huestes de distribuidores y agentes de propaganda médica o APM (visitadores), educados y remunerados por la industria farmacéutica. La ciencia detrás de ambas prácticas -la estatinización y la lipofobia- es errónea. Al mismo tiempo, la mortalidad por efecto de drogas, más las patologías cardiovasculares, cerebrovasculares y oncológicas, profundamente implicadas con la función mitocondrial, asciende sin cesar.

“Cuando los ensayos clínicos esponsoreados por la industria no pueden ser examinados y cuestionados por investigadores independientes, la ciencia cesa de existir y se vuelve nada más que marketing.” Peter Gøtzsche[2]
Hacia una “estatinización” de la población
Si nos dejáramos encantar por los sesgados informes generados por la industria, pareciera que las estatinas son lo mejor que le ha pasado a la civilización desde la invención de la rueda. Es por obra de esa ignorante obsecación que pareciéramos estar –como dice el brillante e incisivo John Ioanidis- camino de una “estatinización” de la población. En el año 2000 y nuevamente en 2004, sin ninguna evidencia científica nueva para respaldarlo, se modificó la definición médica de "colesterol alto" de 240 mg/dL a menos de 200 mg/dL, con lo que instantáneamente millones de personas pasaron a ser catalogados como pacientes de riesgo por exceso de colesterol (hiper-colesterolemia). De inmediato, todos esos millones de afiliados a la medicina pre-paga pasaron a tener derecho a las estatinas, al tiempo que los médicos se ven presionados a prescribirlas en conformidad con los protocolos de mejores prácticas (best practices) Como hemos dicho, esta decisión no se basó en ningún hallazgo clínico ni experimental.
