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MI EXPERIENCIA CON 21 DÍAS DE AYUNO

Bajar la tasa metabólica basal parece prolongar la existencia. En efecto, en biogerontología consideramos que la longevidad máxima y la tasa metabólica basal son inversamente proporcionales. Desde la perspectiva de la intensidad de la existencia (ratio of living), cuya analogía podría ser el kilometraje de un auto recién comprado, el ayuno ahorra “kilómetros” de vida, ya que hace descender notablemente el metabolismo. No es infrecuente por ejemplo que el tiempo de apnea -la capacidad de permanecer aguantando la respiración- se incremente de modo notable, aunque pasajero, durante los ayunos prolongados. La causa inicial de ello es un ajuste de la tasa metabólica basal, una disminución compensatoria de la intensidad funcional (y en consecuencia, del gasto calórico) para no dilapidar energías durante la total inanición.



Fig.3 Septiembre del 2014, al término del ayuno de 21 días (peso final, 83 Kg). El último entrenamiento fuerte (sesión de Luta Livre) fue al tercer día del ayuno. Luego, apenas ejercicios isométricos breves, caminatas ligeras y mucha respiración. Los casi catorce kilogramos perdidos durante el ayuno no fueron solo de grasa, también se produjo una disolución de la biomasa visceral y muscular deteriorada. Sensaciones, estado de ánimo y productividad: excelentes. Para quien no está enfermo de ninguna patología seria, no solo no hay que dejar de hacer trabajos físicos ligeros durante los ayunos sino que es muy probable que el trabajo físico normal sea una condición necesaria para el éxito de la hambruna terapéutica.






En la década del 2000, como parte de nuestro programa regenerativo, algunas semanas practicábamos un ayuno semanal de 36 horas en el cual tomamos solo agua o té verde claro. Aunque aún no estaba de moda, una vez por año, practicábamos un ayuno más largo con el propósito de impactar más profundamente en los mecanismos de regeneración. Según creció nuestra experiencia y apareció nueva evidencia científica publicada, fuimos gravitando hacia formas más profundas, pero menos frecuentes, de la restricción calórica que llamamos ayuno profundo. Es difícil siquiera describir, a quien no lo ha experimentado, la sensación de ligereza y euforia que se siente durante el ayuno. La puesta en práctica es muy sencilla y solo hay que cuidar de limpiar los intestinos con la técnica de lavativas explicada en el libro, dado que la suspensión de la alimentación detiene totalmente la peristalsis intestinal al cuarto día. Esto condujo a mi primer ayuno largo (de 21 días continuos, solo con agua) realizado en 2014, en las condiciones controladas de mi propio laboratorio, bajo la atenta observación de mis propios médicos y bioquímicos. Hacia la mitad del ayuno, día 14, la cetonemia se acomodó en un rango en torno 4 mM/L (± 2), y la glucemia en torno a los 70 mg/dL (en tres ocasiones, los trabajos físicos bruscos (como correr una cuadra para refugiarme del granizo) levantaron agudamente la glucemia –pero no la cetonemia- durante unos minutos, alterando la continuidad visual de la curva). El peso corporal descendió, en promedio, unos 600 gr diarios.



Fig.2 En un canal televisivo de Sudamérica, ya dos semanas dentro del ayuno de 21 días (peso inicial 97 Kg, peso final 83 Kg).


Todas las actividades normales de la vida diaria pueden -y deben- continuar tranquilamente durante los ayunos. Pasado el tercer día, es imperativo comenzar a limpiar el intestino con el sistema de lavativas intestinales progresivas. Recuerda, cada sesión consta de 3 enemas de 250, 500 y 750 cc cada uno, por ejemplo, debiéndose aliviar el intestino entre uno y otro. Si es necesario, puede hacerse una cuarta lavativa de 1000 cc. En este ayuno en particular se realizaron lavativas en las jornadas 4, 9 y 16 del tratamiento. Los baños diarios no deben ser fríos, ni demasiado calientes tampoco. El calendario de trabajo durante aquel ayuno (mi primera experiencia realmente larga) fue igual que de costumbre, con la excepción de la entrevista televisiva. Bebidas: solo agua y té verde en hebras.