NEURONUTRICIÓN: Forjando un cerebro mejor
La construcción, mantenimiento y funcionamiento del cerebro dependen de nutrientes específicos, cuya presencia o ausencia literalmente hace o deshace al encéfalo. Hemos definido hace mucho la neuronutrición como “una práctica alimentaria cuyo propósito central es la optimización de la neurogénesis y las funciones nerviosas superiores, así como la consolidación del aprendizaje.” En contraste, la alimentación genérica gira en torno a saciar el apetito y agradar al paladar. La importancia de la nutrición es inmensa, tanto que debería ser prescrita como lo que en verdad es: una medicina. En efecto, si bien su influencia no necesariamente se manifiesta de inmediato, consumir de modo sostenido la clase incorrecta de alimentos termina por enfermar seriamente al organismo. Lo mismo es cierto a la inversa. Una alimentación rica en nutrientes esenciales (vitaminas, oligoelementos, ácidos grasos, aminoácidos, bioflavonoides) y con la dosis óptima de combustibles orgánicos –es decir, sin sobrepasar los requerimientos calóricos- consolida la salud y permite la mejor expresión fenotípica posible de nuestro genoma.
Como resulta evidente, la educación médica convencional dedica a la nutrición apenas un 0,7% de la carga curricular total (unas dos semanas, del total de 288 que toma la carrera de medicina general), cubriendo únicamente los aspectos más básicos de aporte nutricional –proteínas, grasas, carbohidratos, minerales- las enfermedades carenciales clásicas por avitaminosis y algunas reglas de suficiencia, trastornos alimentarios y requerimientos especiales. Como consecuencia, los intentos de resolución de diversas enfermedades gravitan hacia la prescripción de fármacos diseñados para controlar síntomas, aun en los innumerables casos en que la correcta prescripción nutricional corregiría de por vida los trastornos.
La nutrición provee los elementos constructivos del cerebro, 60% del cual consta de grasas, y tiene profundas implicaciones en la cognición, la conducta, la salud mental y las enfermedades degenerativas durante todo el ciclo vital de los humanos (1). Desde la gestación hasta la tercera edad, la disponibilidad de nutrientes controla influye en aspectos materiales y funcionales de la función cognitiva y las emociones. La deficiencia marcada de iodo durante el periodo gestacional produce cretinismo, una forma de retardo mental congénito grave basado en la perturbación de la función tiroidea. Quizá el ejemplo más claro de su impacto es la ausencia de folato (vitamina B-9) en las primeras semanas del embarazo, que hace materialmente imposible la construcción del cerebro, y conduce a malformaciones del tubo neural, espina bífida e incluso anencefalia (la ausencia total de masa encefálica en el feto).

Si bien suelen estudiarse como elementos aislados, no es el impacto individual de cada uno sino la influencia combinada de los múltiples nutrientes y sus interacciones la que define en definitiva la salud cerebral. He aquí algunas distinciones, sobre las cuales existe consenso:
La provisión abundante de omega-3 (ácidos grasos) apoya la función cognitiva.
Las deficiencias de cobalamina (B-12), folato (B-9) y zinc, provocan depresión, irritabilidad, fatiga, irritabilidad y se correlacionan con deterioro cognitivo.
La deficiencia de tiamina (B-1) afecta seriamente las funciones motoras y cognitivas, impidiendo la consolidación del aprendizaje y la memoria de largo plazo.
En adultos y niños, la falta de yodo deprime (funcionalmente) el coeficiente intelectual.
La dieta norteamericana estándar (SAD), mayoritariamente compuesta de almidones, azúcares y alimentos altamente procesados elevan el riesgo de hiperactividad y déficit de atención (TDAH), demencia senil, accidentes cerebrovasculares y Alzheimer.
8 aliados nutricionales del cerebro:
Cacao (sin azúcar!)
Frutos secos*
Coco
Huevos orgánicos
Pescados grasos
Broccoli (crucíferas)
Café (no combinar con nada)
Té verde**
*(Almendras, nueces, sésamo, avellanas, nueces pekan, semillas de calabaza).
**(En hebras, jamás en saquito, ya molido y oxidado).
Ernesto Prieto Gratacós
Laboratorio de Ingeniería Biológica